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Cuentos para Presidentes

IMPULSO/Rodrigo Sandoval Almazán

Artículo

Han soltado al tigre

Desde el barco Ipiranga.-  En las primeras horas del destierro, apenas las olas del mar se llevan mis recuerdos de mi México. No saben lo que han hecho.  “Madero ha soltado al tigre, a ver si Madero puede domarlo” No saben cómo es México, no entienden al mexicano en su totalidad, es un ser muy complejo y muy simple a la vez. A ver cómo les va en esta aventura.

No saben que para construir la democracia no basta una sola elección, hay que educar al pueblo en democracia. El voto de  los mexicanos muchas veces no es un voto consciente, es un voto que le apuesta al futuro, a la libertad, al cambio, pero también a la incertidumbre. Si apenas los mexicanos prueban un poco en democracia y ya se sienten dueños.

Hay varios Mexicos que son indomables. El poder se ha construido en cientos de poderes pequeños, regionales, locales, inmediatos que deben contenerse, domarse, controlarse a sangre y fuego o bajo el imperio de la ley. No hay muchos que lo entiendan ni que lo puedan aplicar en la práctica. Yo lo logré porque conocía a fondo esos caudillos, sus puntos débiles, su manera de trabajar y los límites de su poder y de su influencia.

Hay un México hambriento, sediento y mordaz que espera detrás de las urnas. Cuyo voto es de miedo, de hambre y de esperanza. Tal vez se le pueda domar con cariños, con prebendas, con algunos disparos de efectivo con precisión y sentido. Pero hay otro México exigente, demandante, que no perdona y que está vigilante todo el tiempo de lo que hace el gobierno, del virrey en turno, el presidente sentado en la silla. Ese México no acabara de satisfacerse nunca. Pide más y más conforme más tiene. Es insaciable su necesidad de poder y de recursos. No podemos controlarlo, hay que domarlo a toda costa.

He construido y destruido a los empresarios y sus intereses a mi antojo. Hice trenes para comunicar al país, bancos, industria a través de ellos. Así debía de ser por el bien de México. No se pudo de otra manera. Si los dejo solos son capaces de venderle el país a los gueros, y lo que es peor, malbaratarlo como hiciera Santa Ana. No hay que dejarles la correa muy suelta, hay que estirar y aflojar el poder económico, que no se suelte del poder político, por que los empresarios mexicanos son muy listos, exprimen de las ubres del poder lo más que pueden en su beneficio y no le dejan mucho al país. Así que hay que buscar el equilibrio. ¿Sabrán domarlos?

Claro, yo sé que muchos políticos se han vuelto empresarios bajo la sombra del poder. Auspiciados por mi mano o la de mis allegados, a ellos no les temo, pero les controlo lo que tengan y mantengan en su casa. Son los que me pueden controlar a los otros empresarios, pero hay que tenerlos bien medidos, a punta de groserías y de antesalas, que no jueguen con uno, sino que aprendan a chillar y a reír a carcajadas de los chistes del poder.

Pobre México, cuanto camino por recorrer para llegar a una verdadera democracia. Cuantas mentiras tendrá sortear, cuantos partidos políticos habrán de manipular a las masas, convencer ciudadanos. ¿Cuántos gobiernos  malos deberá soportar mi México hasta que alcance la mayoría de edad? ¿A cuántos civiles les alcanzará la estatura, la moral y el conocimiento para servir a la nación y no servirse de ella? No lo sé, pero me apura que se acaben el país antes de que aprendan a ser democráticos.

Muchas veces pensé que estaban listos, pero no los dejé madurar. No ví las condiciones, ni las caras, ni la educación, ni las maneras para estar a la altura de las democracias francesas o inglesas que he visto. No creí que los mexicanos supieran lo que es tomar el poder en sus manos y decidir por sí solos los rumbos de la nación.

Ah el poder, esa extraña circunstancia que te envilece y te transforma si no sabes domarla con cuidado. Te embrutece si no la pones a un lado y te cambia por dentro y por fuera. Gracias a que soy militar, porque me entrenaron con amor a la patria, el poder presidencial me hubiera transformado en un maldito virrey latinoamericano.

Ojalá y los presidentes que le sigan Madero sepan tomarle distancia del poder, construir  otros poderes – legislativo y judicial – para que sean contrapesos del ejecutivo y podamos, por primera vez hacer que el imperio de la ley sea más fuerte que la balas y la fuerza bruta. México necesita tanto las leyes, menos impunidad y más educación; más administración y menos política.

Cuanta falta nos hace Juárez para explicarnos la dimensión de las leyes. Me lo dijo a mi alguna vez, ni con todas las armas, ni con todas las balas se puede domar a México, sino con las palabras. Lo sé, aún nos falta caminar mucho, pero si Madero y sus seguidores consiguen construir otro México, uno más moderno, más basado en las leyes y menos en la corrupción, de seguro que tendremos una de las naciones más poderosas de la tierra.

Ay México, te han soltado sin correa y con ánimo desbocado, la esperanza libre y los colmillos afilados… ya soltaron al tigre en pleno siglo XX  ¿Cuánto les llevará domarlo?

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