Noviembre 24, 2024
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La toma de posesión y la división del país

IMPULSO/Mario Melgar Adalid

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Ya Maquiavelo lo advertía al declarar “no sabiendo quienes son los más nocivos en una república: los que desean conquistar lo que no tienen o los que aspiran a conservar los honores adquiridos”. El miedo a perder, sigue Maquiavelo, agita tanto los ánimos como el deseo de adquirir, “no creyendo seguro lo que tienen si no adquieren de nuevo”. En México existe una división sustentada en razones de clase, de status económico y hasta raciales. No veo claro la división ideológica entre conservadores y liberales, más bien existe entre quienes tienen lo que no quieren perder y quienes no tienen lo que quieren adquirir.

La toma de posesión de AMLO será una gran fiesta de esperanza de millones y las exequias de quienes ven nubes negras en el cielo. No podía ser de otra manera, si lo que vamos a presenciar es efectivamente una transformación política, un cambio de régimen, nuevas reglas. Es evidente que ante la llegada de un gobierno de izquierda la derecha esté inquieta y preocupada. Serán, no obstante, los miedos de muchos, el motivo de un festejo largamente esperado para otros.

Técnicamente, el presidente Peña Nieto dejará el poder a las 12:00 horas del primero de diciembre. A partir de ese momento AMLO será el Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos. Lo único que falta es el ritual republicano: Peña Nieto (si aparece) podrá portar la banda presidencial para entrar con ella al recinto parlamentario, escuchar los gritos de Morena que vitorean el triunfo y la derrota, entregar la banda presidencial a Porfirio Muñoz Ledo, para que éste la ceda al presidente.

Conforme a la Ley sobre el escudo, la bandera y el himno nacionales, la banda presidencial sólo puede ser portada por el Presidente de la República. El Presidente puede llevarla en las ceremonias de mayor solemnidad, pero está obligado a portarla en la trasmisión del Poder Ejecutivo Federal, en la conmemoración del Grito de Dolores y al recibir las cartas credenciales de los embajadores acreditados. Existen dos variables para utilizarla: debajo del saco y unida al nivel de la cintura, excepto en la ceremonia de la semana próxima en que tanto del presidente saliente como el entrante la mostrarán en su totalidad. La banda presidencial es el símbolo más acabado del poder político.

Si bien este es el ritual jurídico, el próximo presidente decidió adicionar a la liturgia republicana, otro simbolismo como el que data de los tiempos prehispánicos en que las culturas maya y mixteca utilizaban objetos que representaban el poder. El cetro es uno de los objetos que se pueden apreciar en los códices prehispánicos para mostrar poder y autoridad de los gobernantes. El soberano que lo trae, no solo en el México antiguo sino en otras culturas del mundo, porta un símbolo del eje del mundo, del centro del universo. El cetro simboliza al hombre poderoso. El Papa porta el cetro como el poder recibido por dios y AMLO lo hará por el poder recibido por el pueblo.

Por ello se agrega, en esta ocasión, una ceremonia abierta en la Plaza de la Constitución, con la entrega que hará un grupo de mexicanos integrantes de las etnias originarias de un bastón de mando como el principal atributo del poder. El símbolo es manifiesto a pesar de que esto ocurra en el Zócalo de la capital, el poder no estará solamente en las facultades presidenciales que otorga el texto supremo, sino en el supremo poder que le otorga el pueblo mismo, con la entrega del bastón de mando.

La Cuarta Transformación se ha iniciado, como lo acreditan los signos del cambio. Después de sexenios en que el presidente no se aventuraba a mezclarse abiertamente con el pueblo, por temor a que le faltaran el respeto, o simplemente por desgano, el próximo presidente organiza una fiesta no del cambio de gobierno, como ha declarado, sino del cambio de régimen. México espera un presidente como lo hubiera soñado Abraham Lincoln: del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.

No puede negarse que existe ya una manifiesta división en el país: unos esperanzados, otros atemorizados. Maquiavelo sabía que hay divisiones que son perjudiciales para las repúblicas, pero hay otras que son beneficiosas. México anhela que la presente sea de las últimas a las que aludía el florentino.