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ENTRE VISIONARIOS Y VISIONUDOS.

IMPULSO/ Luis Ángel Sánchez R.

¿Qué ocurrió el 2 de octubre de 1968?

Sin caer en expresiones simplistas, lo que ocurrió aquél miércoles 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, fue una matanza de ciudadanos ejerciendo su derecho a manifestarse, sí, estudiantes, pero objetivamente ciudadanos ejerciendo sus derechos, víctimas de ese flagelo humano llamado “poder”.

Claro está, surge la pregunta obligada: ¿El poder de quién o para quién?

Ahí es donde se complica el comentario, puesto que resulta poco probable un acuerdo común en algo tan complejo como un hecho y más uno de tanta distancia como aquél 2 de octubre que “no se olvida” –y ojalá nunca se olvide-; pero no es ocioso comentarlo, tanto porque han pasado 50 años de ello y aún se desconoce la verdad plena de lo ocurrido, como porque ello, si no se concientiza, puede volver a ocurrir y, además, porque el hecho obliga a la reflexión…obliga.

Cierto e indiscutible es que…”vivimos otros tiempos y el México de hoy –dirían  voces peregrinas- no permitiría otro ´2 de octubre´…”…, a lo que simplemente  respondería: ¿Y los desaparecidos de Ayotzinapan…son un fenómeno menor por no ser tan alto el número de víctimas?…

Sin embargo, bien vale citar a una voz de aquél entonces, con eco perene, Octavio paz que dijo: “1968 fue un año axial: protestas, tumultos y motines en Praga, Chicago, París, Tokio, Belgrado, Roma, México, Santiago de Chile…De la misma manera que las epidemias medievales no respetaban ni las fronteras religiosas ni las jerarquías sociales, la rebelión juvenil anuló las clasificaciones ideológicas. A esta espontánea universalidad de la protesta correspondió una reacción no menos espontánea y universal: invariablemente los gobiernos atribuyeron los desórdenes a una conspiración del exterior. Aunque los supuestos y secretos conspiradores fueron casi los mismos en todas partes, en cada país se barajaron sus nombres de manera distinta. A veces hubo curiosas, involuntarias coincidencias; por ejemplo, para el Partido Comunista francés, los estudiantes estaban movidos por agentes de Mao (–Tzé –Tung) y de la CIA (norteamericana) /Posdata-9ª edición 1974/P.21/”.

Claro que las voces de ese entonces y aún las de ahora se dirigieron –dirigen- con furia a la yugular de Díaz Ordáz y su Secretario de Gobernación, Luis Echeverría – su sucesor en la Presidencia-, ya porque es la visión más obligada y simple, por la cercanía ante el hecho, como porque ello le permitió a los feroces críticos del poder en ese entonces –y aún hora-, lograr del poder mismo “beneficios- ganancias”, ostensibles -¡…Y que se ofenda quien se sepa aludido…¡-.

Pero el punto de reflexión en el fondo de este tema está –considero- en el hecho mismo, ya que evidencia la fragilidad de la persona, del ciudadano ante las fuerzas del poder, ante el poder mismo, que no es ni el Estado ni el Gobierno, sino fuerzas reales de poder. Ahora bien, el punto es que para resolver esta fragilidad las ocurrencias no lograrán nada, sólo el conocimiento objetivo, por lo que es indispensable que las instituciones del estado ya empiecen a producir de verdad. Esto es, urgen las propuestas informadas y formadas de los académicos pagados con los impuestos (de la UNAM, el Politécnico Nacional y las autónomas de las entidades federativas), así como de todas las instituciones atinentes a dicho fin, pues de lo contrario hasta suena a burla aquello de “el 2 de octubre no se olvida”…¿No?

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