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IMPULSO/ José Luis Luege

Ciudad de México

La mayor tragedia de nuestra ciudad, desde la reforma política del D.F. para la elección de Jefe de Gobierno, es que, en todos los casos, hasta ahora, el mayor interés de cada uno ha sido usar el puesto como plataforma para una candidatura presidencial.

 

Desde 1994 a la fecha, Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel López Obrador, Marcelo Ebrard y Miguel Ángel Mancera han utilizado el puesto en función de la futura candidatura.

No han actuado de acuerdo a la responsabilidad de su encargo, sino en función de las decisiones que impliquen el menor costo político: promover todas las medias populistas que puedan, exentar pagos, no sancionar cuando se debe y no aplicar la ley cuando “no conviene”, establecer un conjunto de programas inútiles y clientelares, gastar millones de pesos en conciertos y pistas de hielo en lugar de recoger la basura o tapar los baches, entre otras cosas más.

Veintiún años continuos de populismo sin ir al fondo de los graves problemas de la ciudad han provocado un terrible deterioro en las condiciones de los servicios públicos y de la seguridad, en detrimento de la calidad de vida de los capitalinos.

Un ejemplo palpable es la situación del Metro de la Ciudad de México. Considerado en los años ochenta como uno de los mejores sistemas de Metro en el mundo, hoy, está al final de la lista. En el pasaje del Metro de Av. Reforma en la estación Auditorio de la Línea 7, podemos apreciar los mapas de redes de Metro de varias ciudades en aquellos años. Si alguien se pusiera a actualizarlos, podría constatar que el único que quedó rezagado es el nuestro.

El Jefe de Gobierno reconocía hace un año el incalificable déficit en el mantenimiento y operación del Metro. Casi la tercera parte del total de trenes del sistema se encontraba fuera de operación por falta de refacciones y mantenimiento, algo verdaderamente difícil de creer.

En su discurso y para justificar el incremento de la tarifa del Metro a cinco pesos, ofreció solución a este grave rezago. A un año de dicho anuncio, no se han puesto en operación los trenes que están parados en los talleres y la situación sigue empeorando, poniendo en riesgo a todos los usuarios.

Tampoco se ha presentado el Plan Maestro del Metro con visión metropolitana, uno que incluya trenes ligeros y trenes suburbanos, nuevas Líneas o inversiones, continuación de obras inconclusas, como la Línea 7 —la cual quedó a la mitad hace varios años—.

A esto se suma el desastre absoluto en la Línea 12, donde ha quedado demostrado el fraude en la adquisición de unos trenes que no eran los que estaban aprobados en el proyecto original.

De acuerdo a las especificaciones técnicas del Metro, los sistemas de control permitirían una frecuencia de paso de convoyes hasta de 90 segundos, pero esto no es posible precisamente porque el 30% de los trenes están fuera de operación por falta de mantenimiento.

De allí los enormes retrasos que provocan aglomeraciones muy peligrosas desde las escaleras de acceso y los andenes, exponiendo a los usuarios a accidentes fatales.

Hay estaciones donde abordar el tren requiere de 30 minutos o más, a esto hay que sumarle paradas repentinas sin aviso y por varios minutos en vagones sobrecargados de pasajeros.

Por otro lado, continúa la tolerancia del ambulantaje de “vagoneros” en los pasillos, andenes y entradas y salidas, consideradas áreas de seguridad; en caso de accidente, puede ser fatal la obstrucción de dichos espacios.

La situación de abandono del Metro es “criminal”, no hay justificación al grave daño y riesgo al que se enfrentan millones de usuarios diariamente por la mala calidad del servicio.

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