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Gato Pardo busca nuevo refugio para animales

IMPULSO/ Agencia SUN
Texcoco
Siete mil kilómetros son parte del recorrido de esta historia. Se trata de la distancia que Ryan Cosgaya García ha conducido desde hace cinco años junto a sus gatos y perros en una camioneta con remolque, zigzagueando desde Yucatán hasta el norte y el centro de México.
Atravesando los caminos, Ryan escuchó los maullidos y ladridos, y ahora conoce bien todas las necesidades de temperatura, comida, agua, descanso y horas del baño de sus acompañantes, que debe tomar en cuenta antes de emprender un nuevo viaje. También lleva lo necesario ante cualquier avería de la camioneta y les ha adaptado juguetes.
Las primeras etapas de un viaje se ponen nerviosos, pero los felinos y canes terminan adaptándose a la carretera. Tienen en común haber sido rescatados en las calles: malheridos, usados en peleas de apuestas, golpeados o hacinados sin comida. Siempre moribundos, sin garras ni colmillos, con los huesos rotos o con mutilaciones.
Cosgaya, de 45 años, es un defensor de animales que desde 2014 dirige El Gato Pardo, Santuario Animal, en La Purificación, Texcoco. Es originario de Holanda y fue criado por su madre de origen español, mientras que ha realizado en diversos estados del país su labor de rescate, buscando espacios para convertirlos en santuarios para animales.
Antes, inmerso en el medio de la responsabilidad social corporativa, explica que arribó a México por primera vez en 2008, atraído por las culturas prehispánicas que también lo llevaron a trabajar como profesor visitante en universidades de Colombia y Brasil, además de vivir en Perú y visitar Bolivia.
“En 2008 quise satisfacer mi curiosidad y vine a México, fui profesor en el Tec de Monterrey y en la Universidad Panamericana, pero me asaltaron en 2010, entonces regresé a Europa, pero siempre con la idea de volver y el proyecto de defender a los animales y de que se les trate con dignidad, ha sido mi ideal desde niño y México me parece un lugar ideal por su diversidad y clima benigno”, explica.
Sin embargo, los costos se han complicado, en un contexto en el que, afirma, las autoridades no están interesadas en apoyar proyectos como el suyo. Por ello, antes que abandonar a los animales, sube a la camioneta y maneja hacia un nuevo destino con ellos en busca de mejor suerte, a pesar de que sus ahorros casi se han terminado.
Su noble labor se efectúa en el primer lugar en América Latina en abandono y maltrato de animales domésticos. De los 18 millones de perros y gatos registrados en México, según reportó en 2016 el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), 70% se encuentra ahora en situación de calle. Cosgaya se afincó en La Purificación, pero los dueños del predio le exigieron entregarlo el próximo 25 de septiembre, por la presión de ejidatarios vecinos, ante lo que llama a donantes y ciudadanos a respaldar el mantenimiento del albergue.

En las faldas del cerro
El santuario se encuentra alejado del caos del tráfico vehicular. Para llegar ahí, se toman cerca de dos horas desde la Ciudad de México; luego se serpentea entre calles pedregosas y, finalmente, diez minutos caminando cuesta arriba, hasta las faldas de un cerro en cuya cima hay una cruz gigante, encontramos a Ryan, vestido con short, una playera descolorida y tenis raídos.
Desde las 5:30 ha realizado tareas de limpieza en el santuario de dos hectáreas llenas de árboles; posteriormente alimenta a los perros y gatos con 25 kilos de croquetas y comida que prepara con verduras cada día.
Son en total 29 perros, 30 gatos y un felino feral, cada uno con una triste historia de violencia o abandono que ha superado en el albergue. Por ejemplo, “Monk” es un gato montés que fue hallado herido y sin un colmillo en Valle de Bravo. Es el favorito de Ryan y cada vez que se topan lo besa en la cabeza. Después aparece “Oddy”, una perra atropellada en la carretera que recuperó su pata gracias al buen cuidado; también hay perros pitbull que fueron utilizados en peleas clandestinas; gatos que sufrieron tortura y otros con enfermedades terminales.
El castigo al maltrato animal está contemplado en el Código Penal Federal, mediante el artículo 419 Bis, que impone entre cinco y seis años de cárcel, así como de 200 a 2 mil días de multa. No obstante, a nivel estatal este delito sólo se castiga en Aguascalientes, Baja California, Ciudad de México, Coahuila, Colima, Estado de México, Guanajuato, Jalisco, Michoacán, Nayarit, Puebla, Quintana Roo, Querétaro, Veracruz y Yucatán.
Ryan es un conferencista y consultor con dos posgrados que desde niño soñó con el santuario; la protección de los animales se la inculcó su madre, quien tuvo cientos de mascotas. Por ello, se dedicó a ahorrar cada centavo de su salario para hacerlo realidad. “De algo me han servido 15 años como ejecutivo en medio mundo”, asegura. No oculta que está desesperado, pues el próximo 25 de septiembre deberá entregar el terreno.
Comenzó su tarea en 2013 en Mérida, luego continuó en Acapulco, Valle de Bravo, Puebla, Monterrey y Texcoco. Hoy no sabe a dónde se dirigirá, aunque pese a los numerosos problemas que enfrenta, ha decidido dar “la batalla” en lo que llama su “misión” de rescate de animales desamparados.

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