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“TOLUCA, LA QUE ERA BELLA”

IMPULSO/Said Yescas

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Me duele el mundo, más me duele México  y aun más, me duele la gente que aquí habita; seguimos caminando con una venda en los ojos hacia el precipicio, eligiendo gobernantes incapaces y despreocupados que se muestran comprometidos hasta los zapatos a la hora de hacer su “chamba” mediática; ciertamente es culpa de los que llevan la batuta en la toma de decisiones; más doloroso decir que es nuestra culpa por permitir que esta situación social se siga reproduciendo como un virus.

Esperamos que un nuevo cambio gubernamental nos cambie; cuando no lo hace entonces atacamos a ese mismo sistema, culpándolo de la pandemia ideológica que nos azota; pero la culpa no radica cien por ciento allí, la culpa está en el partícipe y regenerador de las enfermedades sociales en este llamado un “bello México”.

Como cualquier rutina de un martes: Levantarse después de escuchar la alarma. Ducharse. Quizás hacer la mochila. Quizás tomar el desayuno. Quizás salir pensando en lo grandioso que será el día y quizás, salir pensando en regresar.

El martes pasado, Toluca se puso de luto; maestros, estudiantes, amigos y familiares se vistieron de negro por el asesinato de un estudiante en el transporte público al abstenerse de entregar sus pertenencias a un trío de delincuentes que sin sentimiento de culpa le arrebataron la vida.

El enojo es colectivo y me incluyo; protegemos nuestras pertenencias y no por lo que hayan costado monetariamente, sino porque nos costó tiempo de vida, mismo que jamás se recuperará, porque hoy en día ganarnos lo poco que tenemos cuesta demasiado; protegemos lo que tenemos porque no hay nadie que lo haga por nosotros.

La policía no tiene entrenamiento ni compromiso por protegernos más allá de las faltas administrativas; pues, es más fácil “levantar” a un consumidor de bebidas alcohólicas en la calle que enfrentarse con delincuentes que vuelven más inestable nuestra sociedad decadente. Estoy de acuerdo en que ningún salario es mayor que la vida, pero bastante en contra de que estos servidores públicos no sirvan, no actúen y no protejan a la sociedad.

¿Qué tiene que decir el poder ejecutivo, lo mismo de siempre? Nos cansamos de escuchar la misma retórica una y otra vez, las mismas promesas que jamás cumplen. ¿Qué tienen que decir sobre este suceso, mejor dicho, qué harán para que no vuelva a suceder? El grupo más vulnerable es la sociedad misma.

Alfred Adler (1975), médico y psicoterapeuta, mencionó en su obra “El sentido de la vida” que un delincuente es un enemigo de la sociedad que no lamenta su delito porque carece de interés hacia la misma.

Este tipo de actos violentos y dolosos no se dan por hambre; estos delincuentes no asaltan por un plato de sopa, lo hacen por una dosis de la porquería que se adueñó de su ser; pero más que eso, lo veo por una razón de dominación, un ejercicio de fuerza y violencia que le da poder al criminal sobre el ciudadano. No es una relación económica que lleva a estos sujetos al robo, es una condición social y psicológica llena de complejos inestables; un enojo que se desemboca en la inconsciencia. Tristemente, gestada desde el seno familiar, madurando en su contexto y llevada a cabo como una actividad normal.

El criminólogo Ronald Akers(1998) sustenta que el aprendizaje de una conducta delictiva se inicia con la asociación de un individuo con otros a favor de esta actitud, llevando la imitación como canal para volverse delincuente; mientras que TravisHirschi, sociólogo y criminólogo, junto a Michael Gottfredson (1990), afirman que el bajo autocontrol desde la niñez, así como el factor contextual, potencializan el comportamiento criminal.

Hay bastantes teorías sobre el comportamiento delictivo, desde muchos ángulos diferentes; se podrían hablar de todas ellas para intentar comprender, pero no existe ni teoría ni justificación que nos lleve a permitir o pasar por alto lo que se vuelve más común en nuestra ciudad, en nuestro país.

Como cualquier rutina de un martes: Levantarse después de escuchar la alarma. Ducharse. Quizás hacer la mochila. Quizás tomar el desayuno. Quizás salir pensando en lo grandioso que será el día y quizás, salir pensando en regresar.

Una rutina de martes que nunca concluyó, tropezando en el peor de los momentos, en el peor de los escenarios. Gracias a la cultura del conformismo, de la esperanza que vuelven mudos a nuestros gobernadores; gracias a nosotros que aplaudimos la banalidad, la mala educación, la violencia mediática.

“…Los procesos sociales de oposición son conductas movidas por sentimientos subjetivos de los individuos, que al no ser resueltos pacíficamente lleva a solucionarlos por medio de la violencia, creando un desajuste social…En lo nacional, la delincuencia violenta” (Gomezjara, F. 1984, p. 333)

Se podrá aumentar la seguridad, pero este cáncer social encontrará otra forma de dañarnos; no está en la militarización de las calles, está en cómo somos y cómo nos comportamos con los otros, permitir se ha vuelto un sinónimo de participación; si bien, no podemos luchar contra tres personas armadas que no dudarán en dispararnos, tampoco lucharemos encerrándonos, olvidando y mucho menos callándonos. Se podrá mejorar las leyes y como aplicarlas; pero la solución está en encontrar la raíz para no seguir deshojando en vano.

La realidad de las cosas, es que estas personas ya viven un infierno en sus vidas y pronto caerá toda su podredumbre mental; nuestra misión como ciudadanos, aparte de mejorar individualmente, es presionar a aquellos con poder: Gobernador, Presidente Municipal, Procuraduría General de la Justicia (PGJ) y una última dependencia, la Secretaría de Movilidad; ésta tiene como misión: Formular, dirigir, coordinar, gestionar, evaluar, ejecutar y supervisar las políticas para el desarrollo del sistema integral de movilidad. Como visión: Ser una dependencia cercana a la comunidad, con leyes que respondan a las necesidades de la población. Como objetivo: Fomentar mecanismos para garantizar en todo momento, que todas las personas en ejercicio del derecho a la movilidad se obliguen a respetar y preservar las condiciones de la infraestructura para la movilidad, así como evitar perjudicarla o poner en riesgo a las demás personas.

¿Por qué presionar a esta dependencia? Precisamente para generar una plan de desarrollo integral apegado a la seguridad en el transporte público, ya que es una necesidad primordial. Buscar más soluciones como sociedad, como verdadera civilización, nos ayudará a perder el miedo y poco a poco mermar que se nos siga violentando.

También soy estudiante, también uso el transporte público, también defiendo lo que gano, también estoy enojado. Protejamos a nuestras familias, entre nosotros mismos. Ya no más autoridad descomprometida, incompetente, ya no más gobernantes mudos y cruzados de brazos, ya no más violencia social.

Las palabras son indescriptibles, no existe manera alguna de regresar a la vida a un inocente; pero lucharemos por la justicia y por cambiar la realidad en la que vivimos; por la memoria de cada persona que se fue, por la memoria de Alejandro Ricardo Montes García… ¡No permitiremos más muertes!

 

 

 

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