IMPULSO/Andrew Selee
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En su carta dirigida a Donald Trump, Andrés Manuel López Obrador hizo un esfuerzo importante por girar el debate migratorio con Estados Unidos hacia el tema de soluciones permanentes para que nadie se sienta obligado a dejar su país, ni en México, ni en los países centroamericanos del Triángulo del Norte. Propuso a Trump un esfuerzo por invertir en el desarrollo de la región, inclusive de Centroamérica, de donde provienen ahora la mayoría de migrantes que cruzan la frontera hacia Estados Unidos.
Esta propuesta de atender las causas de la migración —que radican tanto en la violencia como la pobreza que están viviendo los países vecinos de Guatemala, Honduras y El Salvador— es bienvenida y representa un enfoque necesario para cambiar el debate sobre la migración tanto en México como en Estados Unidos. No habrá disminución permanente de los flujos migratorios centroamericanos sin mejores condiciones de vida, ni un fin a la migración indocumentada mexicana, que sigue aunque en mucho menor escala, sin esto tampoco.
Sin embargo, este enfoque tampoco será suficiente para atender el tema migratorio en la región. México también tendrá que invertir en la capacidad de su sistema de asilo, tanto para menores de edad como para adultos, en un momento en que hay cada vez más peticiones de asilo por parte de migrantes centroamericanos. También tendrá que buscar cómo tener una política de control fronterizo que respete los derechos de los migrantes, al mismo tiempo que marque limites a quienes pueden entrar al país, un esfuerzo que requerirá modernizar a las agencias facultadas para atender la migración en la Secretaria de Gobernación, una tarea pendiente desde hace tiempo.
Y lo más difícil será, sin duda, lidiar con el gobierno de Trump, que ha decidido, contra toda evidencia, que hay una crisis migratoria en la frontera, a pesar de que el número de cruces no autorizados se encuentra en niveles históricamente bajos, niveles no vistos desde los años 70. Para Trump esto es un tema de política pura, no de política pública, así que no será fácil diseñar una respuesta que tenga sentido lógico y que responda a los intereses de ambos países.
Recientemente el gobierno de Trump ha estado presionando para que el gobierno mexicano firme un acuerdo de “tercer país seguro”, que requeriría que los migrantes centroamericanos y de otros países apliquen para asilo político dentro de México, y permitiría que el gobierno estadounidense regresara a cualquier migrante centroamericano indocumentado a México para procesar su aplicación ahí. Independientemente de si esto tenga sentido, es evidente que el gobierno mexicano en estos momentos no tiene la capacidad en su sistema migratorio, y menos en el sistema de asilo, para responder a la demanda de aplicaciones de asilo que devendrían de un acuerdo de esta naturaleza.
Si bien no conviene al gobierno mexicano —ni el actual, ni el entrante— aceptar una propuesta que convierte a México en muro de contención para Estados Unidos contra la migración centroamericana, sí podrían existir opciones creativas para pensar juntos entre los dos gobiernos en cómo se pueden crear sistemas de asilo dentro de los países centroamericanos o en un lugar seguro en la región para que los migrantes no tengan que cruzar todo México para llegar a la frontera con Estados Unidos. No es nada fácil que propuestas creativas y colaborativas sean posibles en un periodo en que el presidente de Estados Unidos esté usando la migración para fines de política partidista, pero podría haber opciones si hay disposición desde el norte de la frontera.
A final de cuentas la migración tendrá que ser uno de los temas internacionales principales que enfrente el gobierno mexicano, por su dimensión propia en México y por lo sensible del tema en la relación con el gobierno de Estados Unidos, y ojalá que haya apertura para un dialogo de altura con el vecino del norte —y con los vecinos del sur— orientado a pensar en cómo dar un giro al tema, que se trate a los migrantes con respeto y se atiendan las causas de raíz del fenómeno.