IMPULSO/Agencia SUN
Sonora
Natalia tiene dos meses de nacida y su realidad es cruda; en su vivienda no hay agua potable ni energía eléctrica. Su madre la mantiene en remojo constante para que soporte temperaturas de 49.5 grados centígrados a la sombra, con sensación térmica de 55.
Su hogar se ubica en la zona periférica de Hermosillo, donde unas cuatro mil familias viven en asentamientos irregulares.
Para llegar se atraviesa un camino de terracería a un costado de los cerros. Aquí, la mayoría de las casas fueron elaboradas con retacería de tablas, cobijas, hules, cartones y plásticos.
Para este asentamiento no hay futuro. La sindicatura del ayuntamiento advierte que no será regularizado, pues es una zona de riesgo por arroyos, “nosotros les notificamos año por año a esas familias, y ellos asumen la responsabilidad de estar ahí”.
Los padres de Natalia, Kirlian Guillermina Sandoval y Armando Martínez construyeron un cuarto de bloques. Sus mayores tesoros son una estufa y una pequeña mesa, además de una cama matrimonial donde duerme la bebé con sus hermanitos, Mariana, de tres años, y Armando, de dos.
Armando es albañil, debe caminar varios kilómetros para llegar a tomar un camión que lo traslade a su trabajo; preocupado por las altas temperaturas provocadas por dos olas de calor que han azotado a la región, consiguió un pequeño abanico que hace funcionar con una batería solar.
Sólo de esa forma pueden dormir junto con sus tres hijos. Durante el día la familia permanece debajo de un techado de lámina donde tienen un colchón y la cuna de la pequeña Natalia.
Kirlian Guillermina platica que Natalia se le ha deshidratado en varias ocasiones, pero se ha recuperado gracias a que en forma constante, tanto ella como su madre Ana María —que luego los visita—, la mantienen en remojo.
-55 grados centígrados es la sensación térmica de la ola de calor que ha azotado al estado en los últimos días, y que mantiene a familias enteras en peligro.