Noviembre 23, 2024
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Los cinco focos rojos El gobierno, sin importar quien lo presida, ni tendrá recursos en el corto plazo para intervenir en todas partes; la nueva administración va a tener que escoger bien sus batallas

El gobierno que surja de las elecciones del primero de julio va a heredar una situación compleja. Al ritmo actual, el país va a cerrar 2018 con un caudal de más de 33 mil asesinatos y una tasa de 26 homicidios por 100 mil habitantes.
A eso habría que agregarle la masificación de la extorsión, la expansión del secuestro y el asedio a las redes de transporte y comercio (las vías férreas, los ductos, las carreteras). Esto es un fenómeno nacional, con impacto en buena parte del territorio. Sin embargo, el gobierno federal, sin importar quien lo presida, no tiene ni tendrá recursos en el corto plazo para intervenir en todas partes.
Por tanto, la nueva administración va a tener que escoger bien sus batallas. ¿Y dónde deberían de librarse esas batallas? Como sugerencia, propongo como foco de intervención los siguientes puntos: 1. Tijuana: en los últimos tres años, esa ciudad fronteriza ha regresado a los niveles de violencia que experimentó hace una década. Su tasa de homicidio se ubica ya por encima de 100 por 100 mil habitantes, es decir, en un rango similar al de El Salvador.
Se trata, vale la pena recordarlo, de la sexta zona metropolitana más poblada del país, además de ser uno de los principales aparadores de México hacia el mundo. Lo que pasa en Tijuana tiene impacto en toda la geografía nacional.
En los primeros cinco meses de 2018, ha tenido un número mayor de asesinatos que el Estado de México, a pesar de tener tres veces menos población. Esa entidad se ha vuelto el epicentro del fenómeno huachicolero, así como un territorio propicio para el robo de ferrocarriles. Es atravesado por uno de los ejes carreteros más importantes del país y es uno de los centros principales de la industria automotriz.
Simple y sencillamente, no se puede abandonar a Guanajuato. 3. Guerrero: no hay ningún otro estado que enfrente los problemas de gobernabilidad de Guerrero. Allí se amontona violencia sobre violencia, la de las guardias blancas y la de los narcos y la de las guerrillas y la de las policías comunitarias.
Es además una entidad donde prácticamente no hay institución que funcione y todos sus indicadores económicos y sociales son de pavor. No es casualidad por tanto que allí se produzca 80% de la amapola que se cultiva en México.
En breve, es un estado que exige a gritos una intervención federal amplia, creativa y sostenida.
4. Riviera Maya: en el principal centro de la industria turística del país, no hay casi negocio que no pague cuota a las bandas de la delincuencia organizada. Y con la extorsión generalizada, ha venido un aumento de la violencia homicida (y del feminicidio en particular), así como atentados contra bares, ráfagas de plomo contra negocios y balaceras en vía pública. México no puede darse el lujo de ver a la Riviera Maya convertirse en el nuevo Acapulco. Y en esa dirección va.
5. Tamaulipas: es un estado crucial para la integración de México con el mundo. Casi dos terceras partes del comercio exterior del país pasa por su territorio. Es asimismo el centro nodal de la nueva industria energética del país. Pero es también un espacio de ilegalidad sobre ilegalidad, donde la convivencia (y la tolerancia) con la delincuencia organizada es cotidiana.
Tamaulipas ya tiene una larga historia de intervenciones federales (ninguna muy útil). Puede ser por tanto un espacio para la creatividad.
En resumen, mis propuestas pueden parecerles buenas o malas a los futuros responsables de la política de seguridad, pero un hecho es incontrovertible: va a haber que escoger donde concentrar esfuerzos. La cobija que tenemos alcanza para muy poco.