IMPULSO/Agencia SUN
Ciudad De México
La seria biográfica de Luis Miguel nos muestra a un nuevo villano: Luis Gallego Sánchez, mejor conocido como Luisito Rey, el padre del cantante, el hombre que lo obligaba a cantar, siendo muy niño, en bares.
El programa describe a un padre dispuesto a todo por controlar la vida de su hijo: le miente, lo manipula, pisotea, lo deja de ver como un hijo para empezar a verlo como un producto. Pero, ¿por qué un padre decide comportarse de esa forma?
Historias de padres exigentes que maltratan y obligan a sus hijos a trabajar desde muy pequeños olvidando que son sólo niños existen mucho dentro del mundo del espectáculo. El caso más conocido a nivel mundial, es el del fallecido Rey del Pop, Michael Jackson, quien sufrió maltrato por parte de su padre Joseph Jackson al someterlo a él y a sus hermanos a jornadas laborales extensas para llegar a la fama y ganar dinero.
Para Emiliano Villavicencio Trejo, doctor en Psicología y académico de la Universidad La Salle, la fórmula del padre tirano, del padre dominante, impositivo, es una que funciona, pero que tiene un costo muy alto.
“No hay que confundir el éxito con la felicidad entendida como la autorrealización personal, que no tiene nada qué ver con la fama ni con la posición económica, sino con la trascendencia, con la tranquilidad emocional, con la capacidad de sorprendernos con las cosas cotidianas”, explica el experto.
Villavicencio reconoce los logros de Jackson y Luis Miguel, pero dice que es importante echar una mirada más profunda en sus personalidades.
“Todo eso que le pasó de suspender conciertos, de lo fallidos que son sus vínculos afectivos, me pone a pesar si verdaderamente Luis Miguel es una persona feliz”.
Y es que el doctor en Psicología asegura que cuando se vive de niño en un sistema militarizado es complicado formar vínculos fuertes en la vida.
“Los pequeños que viven una relación con padres tan rígidos no saben respetar la libertad porque a ellos se las arrebataron”.
Padres tóxicos.
Se habla de relaciones tóxicas cuando el vínculo de dos personas es absolutamente disfuncional, no es biopositivo.
“Entendemos en el contexto de las relaciones humanos lo tóxico como lo opuesto a lo nutricio, una relación nutricia es aquella donde se respeta la libertad personal, la autonomía, donde se deja ser a la persona, independientemente de la edad que tenga. Una relación tóxica es aquella que limita el crecimiento, la libertad, la autonomía y genera relaciones co-dependientes”, explica Villavicencio.
El experto aclara que es importante saber en qué situaciones los niños deben tener voz y voto, lo importante es hacerlos participar cada vez más en situaciones democráticas.
Los padres tóxicos también generan hijos con personalidades muy temerosas porque no se les permitió desarrollar sus propios recursos de afrontamiento ante la vida por lo que no pueden resolver los problemas cotidianos. Eso puede ir creciendo hasta desarrollar personalidades aisladas o antisociales.
¿Cómo nace un padre tóxico?
Villavicencio aclara que el ser humano no nace con intenciones malignas, ni con el propósito de dañar al otro, sino que son construcciones sociales que vamos adquiriendo a lo largo de nuestras relaciones sociales”.
“Un padre tóxico se comporta así porque son los recursos que él aprendió a lo largo de su vida para vincularse, recursos absolutamente disfuncionales, eso sí, pero es lo que le puede dar a sus hijos. Tenemos que comprender las historias de vida”.
“Estos padres tóxicos seguramente vienen de una relación de descuido emocional, de abandono o caracterizada por la polaridad”.
Es decir, las relaciones tóxicas son heredadas de generación en generación. Pero, ¿cómo romper esa cadena? La primera recomendación que da Villavicencio es ser conscientes del sistema familiar al cual pertenecemos y en ese sentido dejar de señalar a papá y a mamá y mejor intentar comprender por qué son así.
“La conciencia generacional de mi sistema familiar me permite ubicar en el perfecto orden de dónde vienen todas estas cadenas que bajo algunas teorías psicológicas se les llama Cadenas de amor porque, insisto, el vínculo dentro del sistema familiar se rige por el amor”.
Entonces, asegura, una consciencia generacional del sistema familiar nos permitirá dejar de señalar y culpar a quienes, quizá, únicamente están viviendo las consecuencias que se han venido gestando desde hace años dentro de sus sistema familiar para después comprender y luego comenzar a perdonar.
¿Cómo debe ser ese perdón? El perdón implica para Villavicencio básicamente dos cosas: la primera es dejar de aferrarnos a lo que queríamos, comenzar a soltar lo que anhelábamos y empezar a aceptar lo que nos tocó vivir.
“Comenzar a aceptar, a poner en perspectiva, que quizá papá o mamá fueron violentos emocional o físicamente conmigo y eso impactó en la imagen, la expectativa, y la esperanza que tenía de unos padres diferentes. Por supuesto que dejar de aferrarme al imaginario que tengo de estas figuras paternas es un proceso que se lleva a lo largo de mucho trabajo personal, y de mucha ayuda psicológica, pero cuando dejamos de aferrarnos a nuestros propios ideales comenzamos a ser más bondadosos”.
Para Emiliano Villavicencio casos como el de Luis Miguel tienen esperanza, pero implica mucho trabajo personal para reparar y resolver.