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Cuentos para presidentes

IMPULSO/Rodrigo Sandoval

Votar en México

Votar en México es difícil, aquellos que piensan que el proceso de elegir a los gobernantes es fácil y que se reduce al día de la votación o las campañas electorales, verán que estamos hablando de otra realidad totalmente diferente a la que creemos, la cual, quizás ocurra también en otros países. Van algunos ejemplos.

Perla tiene dos horas formada en la fila para votar, su credencial de elector se le escapa sudorosa por su mano. Bajo la sombra, son 35 grados, pero el calor húmedo de la costa penetra por todo el cuerpo. Los ciudadanos responsables de la casilla no paran de discutir con los representantes de dos partidos políticos. Las urnas se ven llenas de votos. Los que esperan afuera se impacientan y gritan, reclaman y se van. Perla sabe la importancia de su voto, sabe que puede hacer la diferencia entre tener una mejor ciudad, servicios y seguridad y no tenerlas hasta la siguiente elección.

Pablo, en cambio, sentando en su cómodo sillón de cuero, no puede dejar el control remoto del Xbox. Toda su familia ya fue a votar. Su padre le dejó su credencial sobre la mesa y le repite la importancia de ejercer su deber cívico: “En esta familia se vota en cada elección. Tenemos un deber por México” pero ni aún así suelta el aparato. Sus amigos y compañeros del colegio le han dicho que no tiene caso acudir a la cita de las urnas, porque “ya todo está arreglado”. La política es un “asco” además en qué le afecta a él, que tiene todo: cama, comida y sustento. Un buen carro, escuela de paga y el último juego del Xbox en las manos.

Doña Pancha no es tan diferente de Pablo, pero tiene otras razones. En los últimos cinco años han quemado su casa dos veces, la han asaltado seis y mataron a dos de sus nietos. El miedo es una forma de vida, me dice con el coraje en la frente y los ojos llenos de lágrimas. Ella tiene miedo de votar, aunque sostiene la credencial de elector en la mano y la mira varias veces , indecisa, por el poder que le representa, porque tal vez pueda descargar la rabia que siente en el próximo político populista o simplemente anular su voz por temor a ser vista por uno de los criminales que han abusado de su pobreza. Con delantal rojo, zapatos con lodo y la voz apagada se despide, dejando que México se gobierne solo: “Para qué ir a votar si tal vez me cueste la vida”

Pedro, recién egresado de la universidad, está influido por los 40 mil millones de pesos que se gastó el gobierno federal en publicidad en este sexenio. Todos los días de su carrera profesional recibió el bombardeo de que estaba bien lo que hacía el gobierno. No era necesario cuestionar. Leía el periódico ahí estaba la misma nota que en el radio, la televisión y el internet. El voto, dice Pedro, es sólo mero trámite para legitimar las acciones de otros. El robo, la corrupción, la inseguridad no le han pasado a él todavía, por que vive en su pequeña burbuja social. ¿Cómo atreverse a desafiar 40 mil millones de publicidad oficial y votar por otro partido?

Lo mismo piensa el buen Godínez mientras deja su vieja oficina esta tarde. Lleva 15 años chupando su sueldo de la ubre gubernamental. En este cambio de sexenio le subieron de puesto, le bajaron el sueldo, aumentaron sus responsabilidades y le pidieron que fuera cómplice de las corruptelas de tres jefes. “Así es el sistema. Algún día me tocará a mí” dice para convencerse así mismo de su triste y cruel historia. No piensa votar. Para qué dejar el confort de las jornadas diarias de 16 horas, los gritos del jefe, los chismes en la oficina y las horas muertas sin hacer trabajo burocrático. ¿Cómo romper la barrera del conformismo mexicano y votar por un cambio, por una forma de vida diferente?

Don Rutilo parece no tener problema. El siempre ha votado por el mismo partido. De hecho, le han pagado siempre por hacerlo. Le toca juntar vecinos, amigos y familiares para “invitarlos” a votar. Lleva décadas en este trabajo electoral. Sólo que, por primera vez, le asoma la duda: ¿Por qué sigo tan jodido si he hecho esto tantas veces? ¿Por qué mis nietos no tienen trabajo? ¿Por qué mataron a mi primo? ¿Por qué no han dejado de robar en mi colonia? ¿Por qué no me alcanza el sueldo para llenar el tanque de gasolina? Don Rutilo ya no es un chamaco de veinte años, que le pareció buena idea apoyar al partido; ha visto como políticos van y vienen y él está peor. ¿Cómo decidirse a dejar este camino? ¿Cómo romper la barrera del “encanto nacional” y saltar a ser ciudadano?

Votar en México es difícil, hay que tener un compromiso para atravesar las barreras del engaño de la publicidad oficial, llegar a la casilla y esperar a la burocracia electoral, llenarse de valor para sobrepasar los miedos y la pasividad electoral. Ser ciudadano en este país, no es tarea de un día sino una lucha diaria por vencer la corrupción, la apatía, la mediocridad y el desorden en el que habitamos.

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