IMPULSO/ Miguel A. García
Toluca
La destrucción de los círculos de protección de la mujer y la presencia del pensamiento machista en el núcleo familiar dan pie a las violaciones por parte de familiares, lo que deja de manifiesto que la mujer sigue siendo vista como un objeto, una propiedad. Juan Martínez Pérez García, director Ejecutivo de la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM) lamentó que en ocho de cada diez casos de violación, es un familiar el atacante, y en la mayoría de los casos es el padre o el hermano. “Somos una sociedad profundamente machista, donde las niñas son propiedad privada de las familias, ocho de cada de diez casos de violencia sexual ocurren en las familias, bajo este principio: ‘es mi hija, yo la mantengo y puedo decidir sobre su cuerpo’ y por eso que tenemos siempre en cada caso identificar cuál es el origen”. Las violaciones intrafamiliares no sólo generan problemas psicológicos, sino también altos índices de embarazo a temprana edad. “Es un efecto y un resultado de la desprotección para las mujeres adolescentes, lo que significa generalmente que alrededor del embarazo existieron muchos temas, posiblemente violencia, falta de oportunidades, discriminación”. Los datos revelan que la mayor parte de las chicas embarazadas de manera temprana están fuera del sistema educativo, o van a salir expulsadas por el embarazo, son de comunidades pobres, de entornos comunitarios en los que hay violencia sexual sobre todo, y donde los vínculos familiares se han ido deteriorando. “Estamos hablando de desprotección claramente, otro elemento es que las instituciones del Estado suelen estar ausentes, no sólo las que están vinculadas a la salud asistencial reproductivas, también las educativas”. Abundó en que, cuando una niña está fuera de la escuela, no tiene acceso a los servicios a la salud, o en su comunidad, las autoridades municipales no tienen cabida, soporte; y el tercer componente es la violencia sexual.