Diciembre 25, 2024
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IMPULSO/ Teodoro Rentería Arróyave
El escupitajo de Vargas Llosa
De ninguna manera pretendemos cambiar o aderezar el estupendo y valiente artículo de nuestro admirado colega Álvaro Delgado, publicado en la Revista Proceso, y que reprodujo el no menos reconocido Ernesto Carmona, director de la Comisión Investigadora de Atentados a Periodistas de la Federación Latinoamericana de Periodistas, CIAP-FELAP, sólo agregamos, como apéndice, que los gobernadores panistas de Chihuahua y Veracruz, Javier Corral Jurado y Miguel Ángel Yunes Linares, respectivamente, siguen en su necedad voluptuosa, de marginarse de sus responsabilidades, de criminalizar a los periodistas victimados.
Éste es, textual, el artículo de Álvaro Delgado, que coincide con la posición del gremio periodístico organizado, conformado por la Federación de Asociaciones de Periodistas Mexicanos, FAPERMEX, FELAP, Club Primera Plana y EL Colegio Nacional de Licenciados en Periodismo, CONALIPE:
“La impunidad, como las balas de los criminales, también mata. Esto lo ignora el escritor peruano-español Mario Vargas Llosa, quien, con toda ligereza, declaró públicamente que la matanza de periodistas en México es consecuencia de la libertad de prensa.
En el mundo de fantasía en el que vive, que en la realidad es súbdito del anacrónico reino de España, Vargas Llosa ignora la grave crisis de violencia contra los periodistas, pero también los factores que la han hecho posible.
El que haya 100 periodistas asesinados es, en gran parte, por culpa de la libertad de prensa que hoy en día permite a los periodistas decir cosas que antes no se podían permitir”, le dijo muy orondo el escritor a la conductora Carmen Aristegui, aunque aclaró que, ‘en todo eso, el narcotráfico juega un papel absolutamente central’.
En efecto, las bandas del narcotráfico y toda organización criminal mata periodistas en México, pero el escritor –como otros como él– soslaya que la violencia contra aquellos también proviene del poder público, que con la impunidad alienta más muertes.
Un día después de la insolencia de Vargas Llosa, el martes 20, la organización Artículo 19 hizo público el informe “Democracia simulada, nada que aplaudir”, en el que se acredita el infierno de los reporteros en México, el peor en el mundo para ejercer la actividad informativa, sólo después de Siria.
Si le interesa, el escritor puede leer en ese informe que 48% de las agresiones contra periodistas provienen de servidores públicos, quienes también presuntamente cometieron 20% de los asesinatos.
Pero, además, Vargas Llosa debe saber que, como lo ha acreditado la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), el nivel de impunidad de las agresiones contra periodistas –no sólo los asesinatos– es de casi el ciento por ciento, una conducta que nada tiene que ver con el narcotráfico.
Ni modo que el Premio Nobel de Literatura no sepa que un crimen sin castigo conduce a otro.
Apenas tres días después del exabrupto del escritor, el miércoles 21, ocurrió el asesinato de otro periodista: Leobardo Vázquez Atzin fue baleado en Veracruz, el tercero este año y el quinto en los dos años del gobernador panista Miguel Ángel Yunes Linares.
Seguramente, Vargas Llosa ignora que mañana viernes 23 de marzo se cumple un año del asesinato de la periodista Miroslava Breach, un crimen que no ha resuelto el gobernador de Chihuahua, Javier Corral, también panista, otro político intolerante e inepto como tantos.
Si supiera todo esto, Vargas Llosa habría condenado la atroz realidad de los periodistas en México o, como lo hacen muchos de sus amigos y patrocinadores en México, callarse la boca en vez de lanzar un escupitajo a quienes ejercen la labor informativa. Claro, puede aún rectificar y ofrecer una disculpa”. Hasta aquí el análisis de Álvaro Delgado.
Como queda probado, la vanidad, la jactancia y la pedantería de Vargas Llosa jamás le permitirán reconocer y tragarse sus escupitajos.

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