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Julio Requena
El voto anti-Peje no ha sido unificado

Todo consultor en México sabe que el voto negativo anticipa muchas veces una derrota estrepitosa para alguno de los candidatos. De inicio, el voto anti-sistema es la variable a estudiar para poder definir si la ciudadanía quiere cambio o desea dar su respaldo al régimen actual. Así, la temática inicial en materia electoral es cambio o continuidad.
En México, el voto anti-PRI sería entonces el voto anti-sistema y todo consultor advierte que si dicho voto supera el 60 por ciento, la derrota priista será inevitable. Pero esto también depende de que dicho descontento sea bien capitalizado por un partido o un candidato presidencial, lo que de momento parece apuntar hacia Andrés Manuel López Obrador, aspirante presidencial de MORENA.
Para evitar la derrota estrepitosa el sistema tiene que pulverizar ese rencor o hartazgo para que no se acumule en un solo partido o representante. De igual manera, en estos momentos, hay un voto anti-Peje, que aseguran muchos que podría llegar al 70 por ciento de la población, lo único malo es que dicho descontento no se ha podido unificar ni en un solo grupo, ni un solo candidato ni un solo proyecto de gobierno y cada vez se ha polarizado más entre el aspirante del PRI, Antonio Meade, y Ricardo Anaya, de la coalición México al Frente.
Hay muchos que no ven con buenos ojos al tabasqueño, sin embargo, ni siquiera su rencor hacia él ha sido capaz de unirlos para enfrentarlo juntos como la verdadera amenaza que es para sus aspiraciones presidenciales. Para el país, AMLO es la esperanza y eso le ha permitido ir ganando adeptos de manera rápida, mientras que las otras opciones no han sido capaces de vender una sola idea esperanzadora a la población.
El PAN no es la esperanza, ni siquiera para los panistas, de un México mejor, así como Meade no ha logrado un proyecto que venda esperanza al país porque está muy ocupando vendiendo realidades que nadie quiere comprar.
Si Meade es el más capacitado para gobernar, a la gente eso no le dice nada, con su preparación, no logra generar la empatía necesaria para que un pueblo hambriento y cansado vea en él la solución a los problemas, lo único que podría levantar al candidato tricolor es un bajón en el costo de la gasolina, la energía eléctrica y el gas, cosa que se antoja difícil en los meses venideros.
El panista tampoco es esperanzador para la ciudadanía. Señores candidatos, lo único que el pueblo puede comprar en este momento es esperanza y sólo uno es el que está ofertando esa propuesta.
A detalle: Sin asomar mi lado misógino ni mucho menos pretencioso, es justo reconocer que la equidad de género en estos momentos sólo es una idea que está lejana de materializarse, tan sólo hay que voltear a los eventos organizados para conmemorar el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, donde la mayoría de las participantes son mujeres festejando a mujeres.
Algunos otros, curiosamente, donde el presídium está integrado más por varones que por mujeres, sobre todo en aquellos organizados por la parte gubernamental.
Hoy ocho de cada 10 municipios en el país son gobernados por hombres, pese a que llevamos dos elecciones impulsando la postulación de 50-50 en dichas candidaturas; la integración de los ayuntamientos es un poco más equitativa y seis de cada 10 integrantes son varones en la media nacional, sin embargo, hay sitios donde son siete de cada 10 los hombres al mando.
Pero es anterior, producto también –desde mi punto de vista- de la falta de una cultura de equidad de género, donde se trabaje de la mano para desterrar esta visión de cuotas e impulsar una visión de logro social, acompañado del mérito de los espacios ganados con base en la competitividad. Es decir, el 50 por ciento de las candidaturas que corresponden a los hombres se distribuyen con base a la meritocracia y se pelean de manera competitiva, mientras que el 50 por ciento correspondiente a las mujeres se sigue consideran como una concesión graciosa que han hecho los varones hacia el género femenino.
Desterrar esta visión es indispensable para poder festejar plenamente el Día Internacional de la Mujer, pero no se hará sin una cultura de equidad de género, donde ambos géneros convivan respetuosamente reconocimiento los méritos del otro por su competitividad y no por su cuota.

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