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Intolerancia ante la discrepancia (II)

Teodoro Rentería Arróyave

Andrés Manuel López Obrador, quien a pesar de todo sigue encabezando todas las encuestas y en todas las combinaciones posibles, tal parece que no entiende las lecciones del pasado inmediato, marcado por sus dos anteriores esfuerzos para convertirse en presidente de todos los mexicanos, al continuar con su tenaz intolerancia ante la más mínima crítica o provocación.

Qué necesidad tiene con la posición que ha mantenido en el largo camino hacía Los Pinos de enfrentarse a algunos periodistas e intelectuales críticos. Ninguna excusa es válida, tal parece que la sangre caliente del trópico lo traiciona una y otra vez.

Las cabezas de los periódicos y noticiarios lo dicen todo: “López Obrador abre frente contra intelectuales”, al calificar de “conservadores con apariencia de liberales” a Jesús Silva-Herzog Márquez y a Enrique Krauze Kleinbort.

La controversia la inició, en efecto, Silva-Herzog Márquez en su artículo titulado: “AMLO 3.0”, en el que describe al aspirante como “un político pragmático”, “sin nervio ideológico ni criterio ético para entablar alianzas”, en referencia a que el líder de Morena ha invitado a integrantes de otros partidos y equipos a sumarse a su campaña.

“Del extremo del sectarismo, López Obrador se ha desplazado al punto contrario: el oportunismo. Su coalición no es ya ni sombra de su base política. Morena ha sido traicionado antes de ganar el poder. El caudillo lo ha entregado al cálculo de sus ambiciones.

La lealtad de hoy puede vencer a la deshonestidad de ayer; los mafiosos pueden transformarse en abanderados de la regeneración nacional, los bandidos pueden ser perdonados por la infinita bondad del prócer. Morena ya ha sido sacrificada. Al caudillo le sirven los foxistas, los calderonistas, los zedillistas, los salinistas. Todos caben”, denuncia el articulista.

El desliz de López Obrador consistió en descalificar al analista, al tacharlo de ser articulista de la mafia del poder y de buscar cuestionarlo desde “hace tiempo”; me acusa sin motivo de oportunista. Ni modo, son tiempos de enfrentar a la mafia del poder, a sus secuaces y articulistas conservadores con apariencia de liberales.

De inmediato, terció Enrique Krauze al afirmar que “El mesianismo condena. El liberalismo debate”, y de allí todos los políticos de todos los partidos se le fueron encima, inclusive, Federico Reyes los calificó de “El farsante”.

“Lo primero”, dijo, “es admitir que estamos atrapados en ella, en la farsa. Ese es el principal reto: admitirlo. A el farsante lo vemos a diario y, sin embargo, huimos de la aceptación del drama. Y, ¿por qué drama? Si bien no lo sabemos a ciencia cierta, intuimos, predecimos e incluso lo conversamos: sería un horror. Y, sin embargo, el farsante nos hace una jugarreta y otra y otra más y pareciera que esa farsa le gana adeptos”.

En fin, son los deslices del fin de las precampañas, rumbo a las campañas, que son en última instancia lo mismo por la calidad de candidatos únicos de las coaliciones que los postulan. La receta es simple, López Obrador tiene que aprender a ser tolerante con la discrepancia, sino los asimila, le espera el fracaso al fin de la contienda. Continuará.

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