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Cuando EE.UU. se fue a la…

IMPULSO/ Gabriel Guerra Castellanos

Apoyar a un personaje tan impresentable como Roy Moore dice tanto o más de sus patrocinadores que del personaje mismo.
A Alabama, queridos lectores, no sean mal pensados, están frente a ese momento preciso en que se inclina la balanza, ese ‘tipping point’ del que escribe Malcolm Gladwell, en que el país más poderoso del mundo se dirige no en la dirección de las grandes y modernas culturas de Europa o de Oriente, no hacia sus refinadas y muy avanzadas costas del Noreste y de California, sino hacia lo más profundo de su propio ser, al ‘deep south’, al sur/sur, a su prehistoria, es decir, a Alabama.
Si alguien se da a la tarea de buscar al “EE.UU. profundo” probablemente topará con esa parte del sur/sureste en que confluyen Arkansas, Luisiana, Mississippi, Tennessee, las Carolinas (Norte y Sur), Georgia y por supuesto Alabama. No sólo fue esta zona la cuna de los estados Confederados que se declararon en rebeldía ante las proclamaciones libertadoras de Abraham Lincoln, sino que conformaban desde antes, por su geografía y otras características, una región eminentemente agrícola y de industrias intensivas en mano de obra, particularmente necesitada, valga la palabra, de la aberrante pero generalizada práctica de la esclavitud.
Sin meternos a profundidades ni a estudios históricos, sociológicos o económicos, hoy salta a la vista el nivel de subdesarrollo en que siguen muchos de ellos. De acuerdo con el censo, Alabama ocupa el lugar 45 (de 50 estados) en ingreso per cápita y el 47 en educación y salud. Es una entidad profundamente conservadora, en que la segregación sigue siendo una realidad cotidiana, los valores y principios notoriamente anticuados en comparación con el resto del país.
En Alabama sólo un 37% de la población cree que el aborto debe estar permitido. El 50% se considera “conservador”; 53% considera que el apoyo gubernamental a los pobres “hace más daño de lo que ayuda”; el 57% se opone al matrimonio entre adultos del mismo sexo; el 82% cree en Dios y sólo un 18% (sí, 18) cree en la teoría de la evolución. Todos estos datos de www.pewsocialtrends.org.
Sólo en Alabama se podría dar una situación en que el candidato al Senado por el Partido Republicano sea un apologista de la esclavitud, homófobo confeso, antisemita que enfrenta acusaciones de abuso de menores, incluyendo una de una mujer que afirma haber sido víctima de Moore cuando ella tenía 14 años. Si eso no le parece suficientemente escandaloso, querido lector, al momento de escribir estas líneas, están por cerrar las casillas y Roy Moore, que así se llama esa joyita de persona, pinta como muy probable triunfador.
Se preguntaran ustedes ¿qué tiene que ver todo lo anterior con el rumbo que ha tomado EE.UU.? La respuesta es muy sencilla: el presidente Donald Trump y sus aliados, desde el malévolo estratega Steve Bannon hasta Fox News, se han dedicado a apoyar, justificar y defender a Moore y a su candidatura. Sí, claro, la mayoría republicana en el Senado es minúscula y esta elección especial podría reducirla al mínimo, se diría que es lógico que la Casa Blanca apoye al candidato de su partido, pero no sé, como que apoyar a un personaje tan absolutamente impresentable como Moore dice tanto o más de sus patrocinadores que del personaje mismo.
Con cada tuit y con cada pronunciamiento en los que Trump toma posiciones abiertamente racistas, excluyentes, primitivas, cada vez que se pronuncia a favor de las minas de carbón y en contra del cuidado al medio ambiente; cada ataque a los medios que lo critican o cada aplauso a los que lo apoyan; cada ofensa a las mujeres, a las minorías, Trump redirige a la opinión pública de sus partidarios, “normaliza” conductas aberrantes y cambia el rumbo del país que preside: no hacia el futuro abierto, incluyente, moderno, sino hacia el pasado intolerante, la nostalgia por tiempos que nadie en su sano juicio podría desear para sus hijos o nietos.