Diciembre 23, 2024
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“Nos cierran las puertas a los artesanos”

IMPULSO/ Abida Ventura
Tenango de Doria

  • Víctor Casiano labora en la capital, pero su vocación es crear trajes de carnaval en su pueblo de Hidalgo. Hoy, su taller no tiene apoyo del Gobierno.

Desde la ventana de este pequeño cuarto-taller con techos de lámina se extiende una panorámica sobre el cúmulo de cerros que rodean al Municipio de Tenango de Doria, conocido por su riqueza artesanal, por los coloridos tenangos que elaboran dibujantes y bordadoras. En la cima de los cerros se alcanzan a ver varias rancherías, el nombre de ésta hace honor a su geografía: Cerro Chiquito.

Víctor Casiano Antonio nació allí hace 34 años y vivió hasta los 14, edad a la que migró a la Ciudad de México con su madre. Pero un pedazo de él sigue en estas tierras de la Huasteca. Por eso, su vida se reparte entre la capital y esta comunidad para la que cada año elabora los trajes del carnaval que caracteriza a este pueblo, una labor que en los últimos años ha tenido que financiar con los mil 400 pesos que gana a la quincena en un estacionamiento, ello ante la falta de apoyos institucionales.

Dibujar o bordar un tenango fue algo con lo que este joven creció, pero en sus planes nunca estuvo dedicarse a la producción o venta de estas artesanías. Lo que le llamó la atención desde pequeño fueron las fiestas tradicionales y los carnavales del pueblo. “Siempre soñé con participar o contribuir con algo al carnaval”, señala en entrevista.

Hace siete años, encontró la manera de poner su granito de arena en estas fiestas que llenan de colores, música de bandas de viento y alegría las calles de Tenango de Doria o San Bartolo Tutotepec durante el carnaval previo a Semana Santa.

Gracias a un recurso de 40 mil pesos que logró a través del Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias (PACMYC) en 2010, montó un pequeño taller para la elaboración de disfraces tradicionales que la comunidad utiliza en el carnaval dedicado al Señor de Chalma, el cual comienza en miércoles de ceniza y dura hasta dos semanas.

Creaciones Vic, como llamó a su pequeña empresa, reunió a un grupo de mujeres de Cerro Chiquito que colaboraron con él en la elaboración de trajes de comanches, chinas poblanas, viejitos, diablos, gorilas y demás personajes que participan en estos carnavales, que son una de las expresiones culturales vivas de estos pueblos de origen otomí. Allí, en la casa donde nació y donde ahora viven sus hermanas, adaptó un pequeño taller para confeccionar estas piezas que renta o vende durante el carnaval.

El primer año de ese proyecto fue fructífero. Con el apoyo del PACMYC, logró abastecerse con suficiente materia prima para la elaboración de disfraces y objetos, tenía otras manos que le apoyaban y empezó a ponerle su propio sello a los disfraces. “Empecé a construir penachos, primero con cosas sencillas como espejos, plumas de guajolotes, después me actualicé y empecé a crear otros diseños que llamaban más la atención con otras formas o colores. También vi que hacían falta los trajes típicos de la región, que son los comanches, entonces me nace la idea de hacerlo yo mismo, de ponerle otras figuras, de bordarles cosas”, relata el artesano.

En las vestimentas u objetos que elabora destacan siempre iconos nacionales como el águila, la Virgen de Guadalupe, pirámides y figuras prehispánicas, ahí también están plasmados elementos locales como los tríos musicales, típicos de la zona, el palo volador o la representación de algunos cerros de la comunidad. “Son diseños que tomo de nuestra cultura, nuestra historia, de lo que hacían nuestros antepasados”, dice.

En un pueblo tan apartado, donde la gente tiene que viajar tres o cinco horas para ir a la ciudad —a Tulancingo o a la Ciudad de México— para encontrar los materiales de sus disfraces o comprarlos ya confeccionados, el taller de Víctor se convirtió en todo un éxito. “Antes, las personas iban por sus trajes a las ciudades vecinas, compraban sus cosas y ellos los arreglaban, pero cuando empiezo a hacer esto, la gente ya viene aquí, ya no buscan otro lugar porque es más fácil”.

Cada año, unos 15 días antes del carnaval, vuelve a Cerro Chiquito para confeccionar y arreglar las vestimentas que le encargan los pobladores. Pero ahora, su proyecto está estancado debido a la falta de dinero para comprar más materiales, pues requiere renovar disfraces y vestimentas y ampliar diseños y tallas.

La desilusión

En esa búsqueda de apoyos económicos, se ha topado con el desdén de las autoridades municipales o estatales, le han demostrado su desinterés por este tipo de expresiones culturales y comunitarias. Hace unos años, recuerda Víctor, cuando la ex presidenta municipal de San Bartolo, Emilse Miranda Munive —ahora delegada de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (PROFEPA) en Hidalgo—, estaba en campaña para ser diputada del PRI a nivel estatal, acudió a ella para pedirle un apoyo económico de dos mil pesos que necesitaba para comprar materia prima. Lo único que le dio la ahora funcionaria estatal fueron 500 pesos. “Después pedí apoyo en el Municipio de Tenango de Doria y desafortunadamente me lo volvieron a negar. Me desilusioné un poco porque ya no iba a poder tener más producción y continuar con este proyecto”, señala.

“Creo que las autoridades correspondientes deberían apoyarnos porque el carnaval es algo que se celebra cada año y es parte de nuestra tradición… Deberían apoyar a las personas que nos dedicamos a emprender proyectos así, una empresa cultural, porque muchas veces nos estancamos por lo mismo que no hay recursos, nos cierran las puertas”, añade.

A pesar de ello, este joven que siempre habla con orgullo de su pueblo y de sus artesanos creadores de tenangos expresa su deseo de continuar con este proyecto porque, dice, es una manera de aportar algo a su comunidad y de preservar el legado que les dejaron sus antepasados. “Mi idea para hacer todo esto es conservar nuestra cultura, nuestras tradiciones, impulsar a la gente a que no pierda esa herencia que nuestros pasados nos dejaron desde tiempos atrás”, dice.

En el estacionamiento donde trabaja en la Ciudad de México gana mil 400 pesos quincenales y de eso dispone una parte para la elaboración de los trajes tradicionales. “Quisiera invitar a los tres niveles de gobierno para que volteen a ver a los artesanos de los estados y que se vea reflejado el apoyo de ellos con hechos porque sólo nos ilusionan o nos prometen cuando ellos quieren”, expresa.

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