Noviembre 27, 2024
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Silencios estereofónicos

IMPULSO/
Félix Morriña

“Rocco” de Le Ballet National de Marseille, de lo mejor del XLV Festival Internacional Cervantino
Cuando supe que de nueva cuenta estarían en México, en específico en el XLV Festival Internacional Cervantino (FIC) en Guanajuato los directores y coreógrafos Emio Greco (Italia, 1965) y Pieter C. Scholten (Países Bajos), de inmediato se iluminó, brilló, humedeció la turbia mirada de este “Servibar y amigo” porque se trata de dos de los mejores exponentes del arte acrobático y dancístico del orbe. Ellos crearon el más grande manifiesto artístico sobre el cuerpo e idearon el procedimiento didáctico-pedagógico sobre el manejo del corpus sobre un escenario y durante la vida.
Estos dos entes creativos son los directores de Le Ballet National de Marseille (Ballet Nacional de Marsella, Francia, país invitado de honor este año en el FIC), quienes ofrecieron dos funciones en esta ocasión dentro del Cervantino 2017, lo hicieron en el gimnasio de la bella Universidad de Guanajuato, en lo que ellos llaman la Cancha de Cristal, que de eso no tiene nada, pero sirvió de perfecto escenario para presentar la puesta “Rocco”, una excelsa obra que combina acrobacias y danza contemporánea de altísimo nivel fusionada con el box.
“En ‘Rocco’, los bailarines evolucionan y se convierten en boxeadores y los boxeadores en bailarines. La escena se transforma en un ring lleno de golpes y puñetazos, de juegos rápidos de piernas y de virtuosas tácticas. Su encanto representa el amor fraternal en todas sus facetas: Caín y Abel, Rómulo y Remo, Castor y Pollux. Dentro de este combate cuerpo a cuerpo, las relaciones son exacerbadas y las interpretaciones partes de la búsqueda de sus límites físicos y mentales, como un viaje oscuro coreográfico”, es lo que se lee en el programa de mano, pero se queda corto con lo que el espectador tiene frente suyo, porque difícil es poner en palabras tantas emociones encontradas, tanta crisis emocional y creativa sobre un escenario ring en el que todos estamos inmersos en algunos momentos de nuestras vidas. ’Rocco’ se inspira directamente en esas relaciones, al crear un vínculo gestual y a la vez fuertemente dramático, en relación directa con el deporte y el vocabulario coreográfico de Emio Greco y Pieter C. Scholten. Un boxeador permanece siempre en constante movimiento. Se opone a su adversario en tres rondas, durante tres minutos, y trata de mantenerlo a la distancia de un brazo. Soportando toda la pelea ocupa, a la vez, su propio espacio y el del otro. Esta proximidad constante confiere al box una intensidad formidable. En la danza, igualmente, la distancia entre los cuerpos juega un rol fundamental. Los bailarines son entrenados para compartir el espacio y la energía mientras se mantienen conscientes de la posición precisa y de los movimientos de cada uno, como boxeadores sobre el ring. En escena, el espacio entre los dos cuerpos está cargado de sentido como una alegoría de la relación con el otro”.
Así está escrito el guión, pero lo cierto es que hay muchos elementos que destacar que son fundamentales en esta obra. Primero son dos boxeadores sobre el escenario que fuman mientras el respetable se “acomoda” en las incómodas gradas, lo cual provoca extremo estrés que ayuda a la crisis de la obra en su momento de clímax. Luego aparecen dos cómicos personajes que parecen parodiar, por el negro vestuario, a Mickey Mouse a la francesa, que divierten al público con elegantes y divertidos movimientos de danza contemporánea, pero de pronto ¡zas!, inicia la pelea con intensos movimientos corpóreos con una luz cenital y el resto a oscuras.
La música, como los sonidos ambientales escogidos para la puesta dancística, resulta una revelación, al grado de arriesgarme a decir que, sin ella, la obra está incompleta. Los susurros de un niño al fondo, las constantes campanadas propias de una pelea de box, los divertimentos sonoros, como la pieza clásica en el momento más catártico de la obra, justo en el boxeo de sombras con los personajes a la Mickey Mouse franceses, hicieron mella en este interlocutor, quien se percató que todos alrededor estaban en las mismas condiciones: al borde de la grada con lentas lágrimas rodar por sus rostros.
De pronto, todo se tornó denso, desesperante y viene la magia para cambiar el estado de ánimo, como sólo estos cuatro maestros de La Compañía Nacional de Marsella pueden hacerlo. Así, de bote pronto aparecen los encantos y habilidades histriónicas de todos al hacer un set coreográfico de la vendedora de cigarros, caracterizados por uno de los boxeadores al “travestirse” en coqueta fémina que lanza chocolates al público, mientras de fondo escuchamos la bella canción de “Parole, parole, parole” de Lupo y Mina, que nos recordó de inmediato la relación amorosa de Alain Delon y Dalida. ¡Llegó el alivio, las carcajadas y los cantos al unísono! ¡Nudos en la garganta! ¡Vaya manera de hacernos tensar, llorar, sufrir, cantar y reír!
“Alberto Lupo: Cara, cosa mi sucede stasera? Ti guardo ed é come la prima volta./ Mina: Che cosa sei, che cosa sei, che cosa sei./ Alberto Lupo: Non vorrei parlare./ Mina: Cosa sei./ Alberto Lupo: Ma tu sei la frase d’amore cominciata e mai finita./ Mina: Non Cambi mai, non cambi mai, non cambi mai./ Alberto Lupo: Tu sei il mio ieri, il mio oggi./ Mina: Proprio mai./ Alberto Lupo: Il mio sempre, inquietudine./ Mina: Adesso ormai ci puoi provare chiamami tormento, dai, hai visto? Mai./ Alberto Lupo: Tu sei come il vento che porta violini e le rose./ Mina: Caramelle non ne voglio piú./ Alberto Lupo: Certe volte davvero non ti capisco./ Mina: Le rose e violini questa sera raccontali a un altra, violini e rose li posso sentiré quando la cosa mi va, se mi va, quando é il momento e dopo si vedrá./ Alberto Lupo: Un parola ancora./ Mina: Parole, parole, parole…”.
Me atrevo a decir a los cuatro vientos: “Ha sido de lo mejor que he visto en danza contemporánea en 25 años de escribir esta columna “Silencios Estereofónicos”; tres décadas de profesión y 18 ediciones del Festival Internacional Cervantino que he tenido oportunidad de estar en Guanajuato. Las dos botellitas de cuarto de litro de tequila Hornitos que sorbí durante una hora y 10 minutos que duró esta magna obra, sustituyeron mis suspiros, mis lágrimas y mis antiguas desgracias. Bastaron 70 minutos para ser otro, para caminar de la mano de mi ser amado cuantas veces sea necesario, de festejarle a mi incansable espíritu estar dentro de este metafórico cuerpo, ese que alguna vez estuvo sobre un escenario al lado del coreógrafo Marco Antonio Silva y su Danza Teatro Utopía. Él me hizo el guerrero que soy. ¡Gracias, muchas gracias Le Ballet National de Marseille!”.
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