IMPULSO/
Félix Morriña
Les Voix Humaines Consort mostró en el Cervantino la múltiple forma de conceptualizar la existencia
El pasado domingo 22 de octubre, a las 12 del día, fue un momento intensamente soleado en el bajío mexicano, muy caluroso, pero un clima ad hoc para iniciar actividades laborales en la XLV Festival Internacional Cervantino (FIC) tras una velada coral y orquestal francesa de excelentísimo nivel en el majestuoso Teatro Juárez por parte de Les Siécles y el coro Les Cris de París, de la que abordaré el tema en breve, por tratarse de un programa único para esta edición de la fiesta del espíritu: “Israel en Egipto”.
Ese domingo, estuvo en el Templo de la Valenciana la agrupación canadiense de violas de gamba Les Voix Humaines Consort, que se hizo acompañar del inglés Nigel North en el laúd. En este bello templo, pequeño, pero muy especial con retablos de pasajes bíblicos que ornamentan la música antigua de los hijos de la hoja de maple, llegó un público variopinto, desde personas de la tercera edad hasta tatuados jóvenes “pseudohipsters” interesados en cultivarse.
Les Voix Humaines presentó el programa “Guerras y lágrimas (Wars and Tears)” de John Dowland (1563-1626) en la primera parte, y en la segunda tocaron piezas antiguas de John Jenkins (1592-1878), William Lawes (1602-1645), Tobias Hume (1575-1645), Christopher Tye (¿?-1673) y Anthony Holborne (c. 1550-1603), por espacio de 65 minutos, en la que todos los presentes estábamos extasiados, conmovidos y hasta perdidos en el limbo por tan excelsa ejecución.
El programa de mano de este recital indica que “Lacrimea” o “Seaven Tears (Siete lágrimas)” del compositor John Downland se publicó en Londres en 1604, cuando el artista estaba contratado como intérprete de laúd por Christian IV de Dinamarca. La publicación fue dedicada a Ana de Dinamarca.
“La página principal se encuentra adornada con la sentencia en latín que reza ‘Aut Furit, aut Lachrmat, quem non Fortuna beavit (Aquel que no ha sido bendecido por la Fortuna, lo mismo enfurece o llora)’. Frase que establece que, ayer como hoy, existen diferentes tipos de lágrimas.
“Se trata de una colección de pavanas melancólicas. El programa abre con el asombro y bello trabajo que explora la tristeza del rey de Dinamarca y la guerra que enfrenta. Se narran hazañas y derrotas, se escuchan temas sobre la lucha de diversos personajes. Los ambientes militares y un cierto aroma a batalla están siempre presentes. El programa termina con la triste, pero hermosa pavana de los funerales de Anthony Holborne. Se trata de un duelo, pero dentro de él está la esperanza de poner fin al sufrimiento de los que aún no han alcanzado el descaso eterno”, expresa de manera contundente el valioso documento para el respetable presente, que por momentos no sabía en qué momento aplaudir o generar sonido alguno.
Les Voix Humaines Consort inició puntual con obra de Dowland, un programa de las diferentes formas de lograr una lágrima. Hay miles de formas de lagrimear. No logro al principio concentrarme por los ruidos que hacen algunas personas del público. Hay un ser andrógino frente mío al que tolero me distraiga cuando dibuja en pleno recital un amorfo gato trazado en un cuadernillo especial con una pluma fuente. La tinta luce firme y la pluma muy linda, como su “dueña”, quien viene acompañada su madre crítica de música, otrora reportera de medios nacionales.
Tras esta distracción, cierro los ojos e imagino esas intensas batallas que inspiraron al compositor de este repertorio inglés. Lo imagino acompañando, en ese momento histórico, a las aguerridas tropas combatientes. Me dije, tras sentir y pensar en mi adorada fémina en pleno éxtasis: “estamos aquí para aprender lágrimas pavanas, lágrimas antiguas, lágrimas renovadas, gimientes, tristes, forzadas, las de un amante que las valga, y las lágrimas verdaderas. ¡Nada como ese sentir en este preciso momento de confirmación emocional!”.
Durante el repertorio de Mélisande Corriveau, Margaret Little, Felix Deak, Rafael Sánchez Guevara y Susie Napper, su directora, Miss Little, hacia introducciones de cada uno de los tipos de lágrimas vertidas en batallas, esas hazañas ganadas o perdidas. También describió muy bien cada una de las obras tocadas en la segunda parte tras el intermedio, con el apoyo del hispano Rafael Sánchez Guevara. Sobre el escenario montado en este templo, estaban tres hombres e igual número de mujeres, incluyendo al insuperable Nigel North en el laúd. Esta vez en la música hubo equidad, hubo igualdad de condiciones, hubo equilibrio, para dar paso a un mundo por delante, una vida tras el sufrimiento.
Momentos antes de terminar el recital, veo brillar intenso el oro del altar principal, gracias a los rayos de Sol que atravesaban el recinto religioso. Veo este altar diferente a otros años. Descubro que han sido 18 ocasiones de estar en Guanajuato en los Cervantinos y nunca haber apreciado los pasajes bíblicos por razones diversas, una de ellas, porque daba por hecho que esos sucesos nada tenían que ver conmigo. Les Voix Humaines Consort me ayudó a conceptualizar la existencia de múltiples formas, principalmente, a través de las lágrimas de batallas perdidas.
Al concluir el concierto, me despido del sagrado lugar rezando a mi manera, sanando viejas heridas, celebrando la vida, las batallas ganadas y las nueva formas de amar: “Gracias padre por dejarme estar de nuevo en el Templo de la Valenciana para escuchar, una vez más, las diversas formas de prepararme para la guerra. Esta vez la lucha no es interna, esta vez padre, es muy distinto, por lo que necesito elevar mi espíritu a través de tan bella música hacia ti. Esta bella música antigua con violas de gamba son para ti, para nosotros, como una merecida bendición tras haber transitado con éxito los pasajes dantescos de pasados remotos. ¡Amén!”.
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