IMPULSO/
Teresa C. Ulloa Ziáurriz/Cimacnoticias
Nuestro derecho a la igualdad, una lucha incluyente
La igualdad de género, y me refiero a la igualdad sustantiva, aquella que nos garantiza la igualdad de trato, de oportunidades y la igualdad de resultados, está en el centro mismo de los Derechos Humanos y los valores de las Naciones Unidas. Un principio fundamental de la Carta de las Naciones Unidas aprobada por los dirigentes del mundo en 1945 es: “derechos iguales para hombres y mujeres” y la protección y el fomento de los Derechos Humanos de las mujeres como responsabilidad de todos los Estados.
En 2017, a casi 72 años de esta carta, la violación a estos derechos genera decepción e impotencia en muchas de nosotras. Despertar con la noticia de “Entre criticas asume Cordero la Presidencia en el Senado”; es decepcionante y no sólo para las mujeres del PAN, sino para todas las mujeres: las priistas, perredistas, las de Morena, las feministas y del movimiento amplio de mujeres, pero todavía más lamentable leer …“Así se intentaba superar cualquier interna. Pero la respuesta de Gamboa fue tajante. No apoyaremos a las Senadoras”, dijo públicamente. “Davila es demasiado anti priista”; contó una fuente del tricolor…”.
No se trata sólo de que las mujeres políticas tengan acceso a un cargo, son las formas de ejercer discriminación política. Las razones que jamás pasarán a ser argumentos, no son de mi aceptación y las rechazo en absoluto. Hacer parecer inferior a alguien que muestra un trabajo intachable y de oposición responsable llamándole “pequeña, de poca estatura” es una agraviante a todas las mujeres, no sólo para Adriana Dávila a quien hoy le toca ser el rostro victimizado con miras al 2018.
¿De qué igualdad habla el discurso priista? De una igualdad entre patriarcas, de una igualdad que discrimina, que golpea, y que viola las leyes electorales. Ese discurso que se constituye sólo en simulación.
Para nadie es desconocido que Adriana Dávila es una de las mayores críticas a la política electoral emprendida por el partido en el poder. Ella, al igual que muchas de nosotras, sabe que el país necesita recobrar credibilidad de las y los políticos; y su desempeño nos indica la congruencia que ha mantenido en el cargo y de lo que las mujeres seríamos capaces, en caso de tener acceso a ellos.
Adriana Dávila ha sido discriminada por sus orígenes familiares, cuando éstos son el pilar que la fortalece y con los que emprende sus luchas sociales desde el Senado, como muchas otras mujeres que han logrado destacar, aún desde el mismo PRI.
En un país de pobres, recriminar y etiquetar a quien con base en su trabajo y esfuerzo logró una de las posiciones más codiciadas por los poderosos y que además este acceso destruye la barrera de la ignorancia que te hace dependiente y vulnerable, no es para burlarse sino todo lo contrario, es digno de admiración.
El veto hecho por el PRI el 31 de agosto a la senadora Adriana Dávila, es motivo de impulso para nosotras las mujeres. Es tiempo de fortalecer la alianza entre nosotras, la sororidad. A estos machos heteropatriarcales que se han enriquecido por décadas del erario público, se les olvida que las mujeres representamos 53 por ciento del padrón electoral y que el movimiento amplio de mujeres unido, ha logrado que las mujeres avancemos. Hoy, le tocó a dos senadoras del PAN, mañana a quién.
Desde la sociedad civil alzo mi voz por las causas justas y refrendo mi compromiso con quienes se atreven a luchar por ellas. No es nuestra actividad la que nos hace tener valía, tampoco debería serlo el sexo o el género; sin embargo, la unidad debe partir de nuestras demandas, de la defensa de la igualdad sustantiva establecida en el Artículo 1 de la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer.
Ahora entiendo de dónde salieron los videos difundidos por redes sociales desde Quintana Roo, y más tarde desde el propio Senado de la República, calumniando, inventando y aprovechándose de las fracturas internas del PAN, donde nadie, o muy pocos senadores fueron capaces de dar la cara para defenderlas.
Y esto es sólo el principio de la guerra sucia que nos espera rumbo al 2018; bueno, ya desde finales de este mes en que se empieza a desgranar la mazorca, o a mover las piezas en el tablero hacia las luchas electorales.
Por nuestro derecho a la igualdad sustantiva es que hoy levanto la voz por ti, senadora Dávila; y sé que al levantar la voz por ti, la levanto por todas las mexicanas, por el empoderamiento de las mujeres que tanto necesita la sociedad para tener un rumbo distinto.