Diciembre 25, 2024
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Días de futbol

IMPULSO/ Raúl Garrido
Catalunya, su país

El primer campeón que recuerdo del futbol mexicano es el Atlante, el equipo de papá, fue en la temporada 1993 cuando vencieron a los Rayados de Monterrey. Sábado en el Tec: 0-3. El equipo de Andrade, “el profe” Cruz, “Piojo” Herrera, Félix Fernández y toda esa camada lavolpiana. Mi papá tenía un póster de ellos en la casa. No recuerdo qué tan bien jugaba ese equipo, pero fue el primer campeón que vi.
Años después, el Atlante se mudó a Cancún. El primer partido de los “Potros de hierro” fue contra Pumas, mi equipo. Hice el viaje para el encuentro inaugural y vi a mi equipo y al de papá enfrentarse en un nuevo escenario. Ese año nos ganarían el torneo allí mismo, en Cancún. En ese partido inaugural, conocí a un chico, este muchacho estaba allí, en medio de todos nosotros estático observando el juego, no cantaba, no gritaba, no sufría. “¿Le gustará el futbol o será un turista más?”, me pregunté. La curiosidad me ganó y en el entretiempo me le acerqué.
Comenzamos a platicar, su acento era diferente y le pregunté de dónde era: “Soy de Barcelona”, dijo. Lo primero que pensé fue en Rafa Márquez, quien por entonces era nuestro referente en la ciudad condal. Claro que lo conocía y la charla giró en torno al defensor michoacano, hasta que solté la frase: “No pensé que fueras español”. Fue entonces cuando dejó de ver hacia al frente y me miró a los ojos, el campo se hizo pequeño, los jugadores desaparecieron, la gente también lo hizo y sólo quedamos él y yo, solos, de frente, la primera frase que soltó estuvo llena de furia: “No soy ningún perro español, soy catalán”. Sentí que lo había insultado, como si le hubiera dicho “chinga tu madre” o algún otro insulto que en México lastima mucho.
De inmediato recapitulé en mi cabeza y dudé. “¿Me dijo que era de Barcelona?”, “Si es catalán debe ser de… Ah, sí, Cataluña. Alguna vez lo he oído. De donde es Serrat, ¿no?”, ¿Dónde chingados está Cataluña?”. Lo único que se me ocurrió decir fue: “ah, perdón. Pensé que me habías dicho que eras de Barcelona, pero supongo que sólo le vas al Barcelona”. “Soy de Barcelona, la capital de mi país, Catalunya”.
Me dejó igual o peor, no quería preguntar, pero no entendía nada. Era de Barcelona, pero no era español, sino catalán. Pero Barcelona está en España, según yo y según él es la capital de Catalunya, su país. Vaya surrealismo. El partido de Pumas-Atlante pasó a segundo término y decidí tomar una clase exprés de historia.
Comencé a preguntar y él a responder. Me dijo que Barcelona es la capital de Catalunya. Me explico un poco la división política y por qué yo pensaba que era España. Me habló de los reyes católicos y cómo España invadió su pequeño país en 1714 para anexarlo a su reino. Me dijo que desde entonces han vivido bajo el régimen español pero conservando su idioma, su cultura y sus tradiciones. “Nuestra lengua madre es el catalán y todos hablamos por lo menos una lengua extranjera, que es el castellano, hay quien habla inglés o francés también”. Se me quedó muy grabado: “España nos invadió”, me sonó familiar. Me contó que en los años de la dictadura franquista se prohibió el catalán. “Nuestro idioma es una de las riquezas culturales que tenemos. Lo que hizo Franco con nuestros abuelos fue muy cruel”.
Seguimos en contacto por messenger y me compartía cosas. Aprendí que hay un país dentro de España, un viejo país con un idioma propio, a diferencia de nosotros los mexicanos, con cultura y costumbres que vive invadido por España, la España que nos invadió y conquistó por las armas y espiritualmente hablando.
Cuando estuve en Canadá, conocí a varios catalanes, me hablaron de lo mismo: su país. Me explicaron algunas cuestiones económicas, además de las culturales, por las que no están conformes con España, a quien dicen respetar mucho e incluso querer como aliado, siempre y cuando respeten sus decisiones y los reconozcan como lo que son y han sido desde hace muchísimos años: un país.
A la distancia, aprendí a querer a Catalunya, así con “ny” y no con eñe como pensaba. Recuerdo que alguna vez leyendo al “gordo” Casciari, quien estuvo casado con una catalana, vivió en Catalunya mucho tiempo, mencionaba que su hija cuando habla dormida lo hace en su lengua madre: el catalán. Estoy a favor de la democracia y pienso que España tendría que entender que no estamos en tiempos de Franco ni de los reyes católicos, debe hacer elecciones, como lo hizo el Reino Unido con Escocia hace poco, y dejar que los catalanes decidan. Al final, es su historia, su idioma, sus costumbres, sus tradiciones, su país.

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