Agosto 15, 2024
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IMPULSO/ Filiberto Gallardo Castañeda
Soñador

Era un soñador, así lo conocí, así vivimos juntos durante muchos años cientos de peripecias, algunas con rango de aventura y así quiero recordarlo.
Soñaba con crear el gran negocio, con escribir la gran canción o las más hermosas estrofas de un poema, soñaba con tener salud y disfrutar de la vida plenamente.
La vida le cobró con salud en los últimos años todo el éxito que le otorgó en muchos campos. Fue reconocida nacionalmente no sólo su trayectoria, sino su capacidad para triunfar en áreas tan ajenas como la música, la poesía, el periodismo, nadie regateó su liderazgo.
Lo conocí allá por el 74, era un joven lleno de entusiasmo y ganas de triunfar, participó en un concurso de nuevos talentos, de esos que organizaba el INJUVE, no recuerdo si ganó. Nos volvimos a ver por allá de fines de los 70 y principios de la década de los 80, cuando llegó al Heraldo de Toluca. En el 81, durante la campaña de Alfredo del Mazo González, reafirmamos la amistad.
Pero fue hasta el 86 cuando nuestras vidas y nuestras carreras se emparejaron y empezamos a soñar juntos, algunas de esas ensoñaciones las convertimos en realidad, soñábamos con ser empresarios y creamos algunos negocios. En unos nos fue bien, en otros no tuvimos tanta suerte y en otros francamente salimos hasta desfalcados. Pero no se quedaba con las ganas, lo que soñaba, lo que ideaba siempre trataba de llevarlo a la realidad. Es increíble que iniciáramos algunos negocios exitosos sin un peso en la mano, su palabra era suficiente para los proveedores.
Era dicharachero, le gustaba jugar bromas a todo mundo y contar cuentos, anécdotas, se explayaba cuando empezaba a hablar de los tremas que a él le gustaban y, a la menor provocación, agarraba la guitarra y se ponía a cantar, eso lo hacía inmensamente feliz, sobre todo cuando tenía a un mariachi atrás de él.
Era generoso con la gente hasta el extremo, si tenía dos pesos, te daba uno y se quedaba con el otro. Era pródigo en el mejor sentido de la palabra y de ello hablan sus decenas de ahijados. Se solidarizaba con los necesitados y le gustaba ayudar; jamás rehuyó pedir para otras personas y hubo ocasiones en que venían grupos de personas de su pueblo Acambay o de Temascalcingo para pedirle apoyo, hacían fila para entrevistarse con él porque sabían que los ayudaría en sus trámites o en sus necesidades. A la hora de pedir para él, siempre fue magro.
Una vez que tomaba partido por alguna causa no claudicaba, era comprometido hasta el cansancio y se empeñaba en conseguir adeptos y seguidores para su causa. De eso habla que los periodistas del Valle de Toluca lo hayan elegido en dos ocasiones como su presidente.
Como liberal, fue un ejemplo a seguir, siempre dispuesto a enseñar al aprendiz, a corregir, a enmendar y a poner el ejemplo de cómo hacer las cosas. Llegó a altos niveles en la jerarquía masónica, siempre defendiendo la verdad, la honestidad, la lealtad. Varias ocasiones fue distinguido al ser electo Venerable Maestro, lo mismo en su Logia Madre, Gabriel Ezeta Uribe, que en Hermanos Flores Magón. Fue pilar para la creación de esta última, así como de las logias Isidro Fabela de Atlacomulco y Lux. Como Diputado Gran Maestro de Distrito, fue clave en la unificación de liberales mexiquenses. Su liderazgo logró darle nueva vida a la Gran Logia del Estado de México.
Recibió innumerables reconocimientos en todos los campos que abordó. Le gustaba la investigación, amaba la historia, se apasionaba cuando hablaba de Juárez, de Sor Juana Inés de la Cruz, Melchor Ocampo o José María Luis Mora, escribió varios libros que dan fe de esa pasión.
Su honestidad era proverbial, así como su humildad; le faltó un poco de tiempo para cumplir otros sueños largamente anhelados.
Podría escribir centenas de anécdotas de historias que disfrutamos, que sufrimos, que vivimos simplemente, no alcanza el espacio.
Querido hermano Eliseo Lugo Plata, me faltarán lágrimas para extrañarte.

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