IMPULSO/Marco A. Rodríguez Blásquez*
Hace unos días, estando en Cd. Juárez por motivos de trabajo, a diferencia de otras ocasiones, observé una ciudad tranquila, con concurrencia en centros comerciales, restaurantes, áreas recreativas y nuevamente vida nocturna. Conversando con un grupo de amigos a los que conozco desde hace tiempo, residentes en esa ciudad y otros en El Paso, me externaban el cambio positivo que se ha notado en Juárez.
En esta ciudad fronteriza con El Paso Texas, que abrió sus puertas a empresas trasnacionales maquiladoras en 1994 a raíz del Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá, se ha caracterizado por el tránsito de indocumentados, el contrabando y el vicio, generando con esto violencia extrema.
Cobró fama por aquella noticia que dio la vuelta al mundo, en la que se mencionaban los asesinatos sexuales y sádicos de mujeres jóvenes trabajadoras de maquiladoras.
Este fenómeno que sirvió de inspiración para la filmación de películas, como “La ciudad del silencio”, protagonizada por Jenifer López, y diversos libros, uno de ellos “Huesos en el desierto”, escrito por mi amigo recién fallecido, el escritor y poeta Sergio González Rodríguez, habla de las conexiones de familias poderosas de Chihuahua con los cárteles de la droga, con la complacencia de las autoridades. Pero también las muertas de Juárez despertaron el interés de organismos internacionales de Derechos Humanos.
Fue así que en el año 2003 hizo su aparición en esa ciudad el ex juez español Baltazar Garzón, asesor del tribunal penal de La Haya, quien tomó el caso de las mujeres muertas de Juárez. Este juez, ahora inhabilitado por prevaricación, cobró fama por el arraigo domiciliario del general Augusto Pinochet y la extradición de México del ex militar argentino Ricardo Miguel Carballo, ambos juzgados por crímenes de lesa humanidad. Hace unos años, se lo vinculó con la defensa de Humberto Moreira, de quien fue asesor cuando éste era Presidente del CEN del PRI.
En ese año, el procurador general de la república Gral. Macedo de la Concha, de quien fui asesor político, me externó su molestia, pero más su preocupación por lo que pudiera generarse en detrimento de la imagen de México por los comentarios del ex juez. Además, comentó la necesidad de implementar una estrategia de control de daños y apoyar en lo posible a la población de Juárez.
Aún con los esfuerzos de la Federación, fue difícil revertir la violencia en Juárez, la estructura social estaba fragmentada por la fuerte presencia de cárteles de la droga, la corrupción de las policías y la desatención del Gobierno local. Fue hasta el año 2010, bajo el gobierno de Calderón que se implementó el programa “Todos somos Juárez”, concebido como una acción integral entre la Federación, el Gobierno estatal y el municipal, además de la participación de la sociedad civil.
En la construcción del andamiaje del programa participó activamente el gobierno estatal. El reto fue lograr la articulación de los tres niveles de gobierno con la sociedad, y posterior definir las acciones a realizar. En aquella ocasión y a invitación del titular del Ejecutivo Estatal, acudí junto con Federico Piña, experto en prevención del delito y creador de “Escuela y mochila segura”, a sumarnos en la definición del programa.
Con el paso del tiempo y a través de los medios de comunicación me entero que al nombre original del programa Todos somos Juárez, y por iniciativa de la sociedad, se agrega “Reconstrucción de la ciudad”.
La pregunta es ¿qué marca la diferencia entre Cd. Juárez y otras ciudades fronterizas y del interior del País para reducir los índices de la violencia y devolverle la tranquilidad a la ciudadanía? Una posible respuesta es que el actual Ayuntamiento le dio continuidad a aquellas acciones que resultaron exitosas e implementando otras más, pero con un ingrediente adicional, la convicción y decisión política del Presidente Municipal, quien logró el triunfo como candidato independiente.
* Director de BGC Consultoría Estratégica
