IMPULSO/ Jorge Islas
¿Qué se votó en Venezuela?
Formalmente, el día de ayer, el pueblo Venezolano eligió una nueva asamblea constituyente para redactar y aprobar, en lo inmediato, una nueva Constitución que habrá de suplir la Carta Magna de Hugo Chávez.
Qué ironía, un dictador impulsa nuevas reglas del poder con el propósito de modificar las reglas de otro dictador, para que al final todo el arreglo institucional a reformar quede idéntico con una constitución fachada, dado que ni en hechos ni derechos, garantizará el respeto de libertades ni de los derechos humanos, porque simplemente no hay división de poderes, ni medios de control ni supervisión real entre las distintas instancias de autoridad. El abuso de poder no tiene ni tendrá responsabilidades y consecuencias, lo que se traduce en impunidad, imposición y corrupción. Claramente el nuevo documento político en construcción que pomposamente le han llamado Constitución Bolivariana, representa en esencia la perpetuidad en el poder de Nicolás Maduro sin mecanismos, mediante los cuales rinda cuentas de sus actos, ni tenga controles y límites en sus funciones, como buen emperador del tercer mundo.
La realidad de las cosas es que las elecciones del día de ayer se hicieron para aniquilar a la mayoría opositora que enfrenta Maduro en la asamblea nacional, para que el dictador pueda retomar el poder absoluto del Estado y con ello enmudezca las voces de la disidencia y la crítica. Si en algún momento Venezuela contuvo la dictadura, fue mediante la asamblea nacional que se convirtió en la referencia de la resistencia institucional, la que pudo impulsar legal y pacíficamente un nuevo pacto de reconciliación nacional, porque representa el mandato de la mayoría, lo que también se conoce como soberanía, el poder para autodeterminarse políticamente. Claro está que también la mayoría del parlamento no tuvo la habilidad ni la grandeza suficiente para encontrar una solución pacífica al conflicto que hoy tiene a Venezuela en un abismo sin fin. Las transiciones exitosas no han optado por el todo o nada. Hay que ceder para avanzar y para pensar en un futuro común y sin exclusiones.
Así que tenemos dos polos con posiciones irreconciliables, lo cual hace extraordinariamente complejo una negociación que dé como resultado una solución al conflicto político por consenso, al menos, no por el momento.
El oficialismo al ganar la elección para la asamblea constituyente, seguramente va a intentar impulsar, tan pronto se pueda, una agenda de temas cercanos al ideario y programas de gobierno de Maduro, entre los que destacan su proclividad por el populismo social y el estatismo económico, así como su intolerancia a la democracia y las libertades públicas de los ciudadanos. Habrá que ver cuántos electores son los que realmente sufragaron y, de éstos, identificar los que votaron a favor de la constituyente de Maduro, por aquello de la legitimidad.
Lo cierto es que de esta elección nadie va a ganar al final del día, porque habrá un segmento importante de la población que estará en contra de los nuevos representantes encargados de redactar la nueva Constitución, sean del bando que sean.
No obstante lo anterior y con un poco de optimismo, creo que se presenta una nueva oportunidad política para que las partes se acerquen y, de manera mancomunada, logren pactar una agenda común, para que redacten un nuevo acuerdo institucional, serio y riguroso, que permita reconciliar un país muy dividido, altamente polarizado y económicamente quebrado. En estas condiciones, ¿quién puede gobernar un país con tanta anarquía?
¿Cómo superar el problema?, supongo que con política, pero sobre todo con generosidad y gran altura de miras, para hacer posible el cambio que requiere una sociedad devastada y desesperada.
Dato
: Ni Capriles, ni López, ni Maduro son Mandela, pero pueden encontrar en sus acciones ejemplos de lo que puede hacer la voluntad personal y política.