IMPULSO/Andrew Standley
El Acuerdo de París sobre cambio climático supuso un logro fundamental del multilateralismo, del que tanto la Unión Europea como México pueden y deben sentirse orgullosos. Del mismo modo, el avance en el número de ratificaciones ha sido extraordinario.
Sin embargo, no podemos caer en la autocomplacencia, para garantizar un futuro resistente al cambio climático y con menores niveles de emisiones, debemos traducir nuestras palabras en hechos concretos.
Consideramos que la lucha contra el cambio climático ofrece un gran abanico de oportunidades para impulsar nuevas y mejores formas de producción, consumo, inversión y comercio. Si deseamos lograr la imperiosa transformación económica y social, será esencial que los objetivos marcados en materia de mitigación y las estrategias de adaptación acordadas en París se traduzcan cuanto antes en políticas y medidas concretas y viables en todos los sectores económicos.
Por ello, la Unión Europea no renegociará el Acuerdo de París. Hemos pasado 20 años negociando. Ahora es el momento para la acción, la prioridad de nuestro mundo es la implementación.
La Unión Europea, y sus Estados miembros, estamos decididos a cumplir plenamente con la aplicación del Acuerdo de París, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. Velaremos por que se complete el paquete legislativo y reglamentario, al interior de la UE, necesario para alcanzar nuestro objetivo de París: reducir las emisiones al menos 40% de aquí a 2030. En el ámbito internacional, la Unión Europea es el principal donante a los fondos para combatir los efectos nocivos del cambio climático en países socios. Solo en 2015, la ayuda ascendió a 17 mil 600 millones de euros.
Somos conscientes de la preocupación generada por el posible impacto de las medidas relativas al cambio climático en materia de crecimiento económico. Pero hemos constatado que podemos lograr lo contrario: nuestras emisiones han disminuido un 22% desde 1990, mientras que el PIB de la UE ha crecido un 50%. Durante este período, se han creado nuevos puestos de trabajo e impulsado nuevas tecnologías con ventajas comparativas, lo cual ha preparado nuestras economías para un futuro con menores niveles de emisiones.
Las grandes economías tienen mayor grado de responsabilidad tanto desde un punto de vista doméstico como a la hora de apoyar a países más vulnerables en su transición hacia economías hipocarbónicas y resilientes al cambio climático.