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El Observador

IMPULSO/Samuel García
¿Usted también, doctor Carstens?
En 178 días más, usted dejará el Banco de México, el próximo primero de diciembre, su nombre y su legado quedarán registrados en la historia del banco central y del país como el tercer gobernador desde que en 1994 el Banco de México se convirtió en un organismo con autonomía plena por mandato constitucional.

Como usted bien lo sabe, el banco central es una de las muy pocas instituciones que en las últimas dos décadas ha avanzado seriamente en la construcción de un grupo de profesionales respetables y creíbles para la sociedad.

Un logro sorprendente en medio de la desconfianza y del rechazo generalizado de los ciudadanos hacia sus gobernantes y autoridades por el decepcionante proceder de quienes han actuado en contra de los intereses de las grandes mayorías de los mexicanos.

Una desconfianza que se ha desbordado en los últimos cuatro años por el cáncer de la corrupción desde las esferas políticas y que ha erosionado la credibilidad de instituciones que pensábamos sólidas hasta ese momento.

Ahora, tenemos a una gran mayoría de instituciones de cascarón que han sido carcomidas por los intereses mezquinos de una clase política voraz, sin credibilidad, son apenas armatostes de un régimen autoritario.

Con las naturales voces críticas de una sociedad viva, plural, el banco central al que usted llegó como gobernador el primero de enero de 2010, había avanzado seriamente en ganarse la tan anhelada credibilidad frente a los ciudadanos.

Un Banco de México al que la Constitución lo define como el guardián del poder adquisitivo de nuestra moneda, del peso y, por lo tanto, como el celoso protector ante cualquier amenaza que enfrente el poder de compra de los mexicanos.

En un país como el nuestro, con familias mayoritariamente de bajos ingresos, nada es más importante para nuestros compatriotas que suplir con dignidad y con suficiencia el hambre, el vestido, el techo y la educación para los suyos.

Por azares del destino, usted y la Junta de Gobierno del banco central tuvieron que enfrentarse a una crisis financiera global sin precedentes por su capacidad destructiva y por su duración. Ella destruyó por igual gobiernos, sistemas financieros completos y zacudió los cimientos mismos de la economía global.

Sabemos que no fue fácil atravesar ese largo e incierto pantano que también tiró los precios petroleros, una de las enmohecidas columnas de los ingresos fiscales históricos de nuestra economía. Y, con ello, aquel inesperado terremoto al inicio del actual gobierno, el cual también cercenó las ambiciones del recién llegado poder mexiquense que, como lo explicaba Foucault, pretendía convertir a los individuos en sujetos.

Un poder subyugante aplicado en aquellas tierras que buscó reproducirse en toda la geografía nacional, sometiendo por igual a gobiernos locales que a instituciones nacionales, sin importar sus deberes autónomos.

A usted, doctor Carstens, se le cuestionará si sus esfuerzos fueron suficientes como para oponer la resistencia que establece la Constitución a ese poder subyugante que se deslizó todos estos años desde Palacio Nacional, particularmente desde la oficina que ocupa el secretario de Hacienda en la esquina con la vieja calle de Moneda.

Tomamos nota que saltando la retórica diplomática a la usanza del banco central, advirtió una y otra vez en sus documentos públicos sobre los serios riesgos que entrañaba el excesivo endeudamiento en el que se habían embarcado el secretario Videgaray y su jefe.

Pero también se le cuestionará duramente si cedió a las pretensiones de Peña Nieto de tapar esos enormes agujeros fiscales con los multimillonarios recursos que le entregó al gobierno federal, producto de la mayor depreciación que ha visto nuestra moneda desde la crisis de 1994 y que ha lacerado el poder de compra de los mexicanos.

Ha cumplido su deber al incrementar las tasas de interés tantas veces como ha sido necesario cuando la inflación ha parecido desbordarse y, con ello, lastimar aún más el bolsillo de los ciudadanos.

DATO:
Podrá discutirse si lo hizo con la oportunidad y severidad requeridas, pero la Junta y usted han actuado cumpliendo su encargo.

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