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Opinión

IMPULSO/ Armando García G.

La extrema derecha

En la historia europea contemporánea que se circunscribe al ámbito de la Unión Europea, se puede decir que una de las señas de identidad ha sido el buen gobierno, entendido como el Estado de Derecho: el prevalecer de la ley y la democracia por encima de voluntades particulares.Al ser parte del ideal europeísta, este elemento se tradujo después de la Segunda Guerra Mundial en una convergencia ideológico-política como una medida para evitar los totalitarismos tanto nazi-fascistas como los de origen comunista.
En un contexto de incertidumbre regional y global, caracterizado por una crisis de confianza en las instituciones (tanto estatales como comunitarias) y potencializado por una serie de crisis financieras, conflictos bélicos en las proximidades regionales (Ucrania en Europa oriental y Libia y Siria en Medio Oriente, por citar los casos más conocidos) y el sentimiento de pérdida frente a un proceso “imparable e ingobernable” como la globalización, ha resurgido la ideología política de extrema derecha, que por mucho tiempo estuvo minimizada, gracias al propio funcionamiento político-institucional que ha caracterizado a Europa.
Esta extrema derecha europea tiene diferencias significativas acorde al contexto nacional, pero al mismo tiempo los partidos políticos afines comparten una serie de características: algunos extremistas, varios xenófobos y la mayoría euroescépticos, es decir, contrarios al proceso de integración de la UE. Asimismo, la razón de llamarlos partidos populistas descansa en el uso del lenguaje retórico con un gran poder de convencimiento sustentado en la táctica del discurso de que son “la defensa de la gente ordinaria”: hombres y mujeres alejados de las élites partidistas nacionales y de la burocracia comunitaria de Bruselas.
A este discurso de defensa se ha sumado un nuevo factor: el terrorismo de fundamento extremista religioso que ha sido ligado con el fenómeno de la inmigración. Lo que resulta paradójico aquí es el uso retórico-discursivo del miedo relacionado con dos temas que no pueden ser entendidos ni abordados en otro marco que no sea el transnacional/intra-regional, por parte de movimientos populistas que se asumen como baluarte del nacionalismo.
A nivel nacional destacan los siguientes casos. El Partido Popular Danés y el Partido de los Verdaderos Finlandeses han sido la segunda fuerza más votada hace ya un tiempo y forman parte de los gobiernos de coalición. En las elecciones regionales de marzo de 2015, el Frente Nacional francés revalidó su fuerza electoral de cara a las elecciones de este año.
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