El torbellino del EDOMEX
Roberto Rock L.
El PRI ha logrado aplicar con rigor los manuales de las buenas y las malas artes políticas en el Estado de México, la entidad de la que parece depender todo en la sucesión presidencial del próximo año. A dos meses de la cita con las urnas, las expectativas deberían dotar al oficialismo con la certeza de que arrasará frente una oposición dividida. El problema es que puede perder, de acuerdo con múltiples mediciones.
La dimensión geográfica y poblacional, así como el peso gravitacional del estado natal del presidente Enrique Peña Nieto han exigido por décadas al candidato que pretenda gobernarlo una gigantesca apuesta política, financiera y operativa. Ello incluye un ejército de al menos 50 mil representantes para vigilar más de 18 mil casillas y un despliegue de recursos que los conocedores del tema calculan en dos mil millones de pesos —aun cuando el tope oficial es de 285 millones, de suyo una cifra alta.
Desde Los Pinos se definió que el candidato del PRI sería Alfredo del Mazo Maza, integrante de la familia presidencial y heredero de una dinastía política cuyo poder se ha extendido por más de medio siglo. En otra época su camino hacia el Palacio de Gobierno de Toluca hubiera sido un día de campo. Pero no ahora.
A la postulación de Del Mazo se sumó una operación eficaz. Los grupos políticos internos que encabeza el gobernador Eruviel Ávila se sumaron a una candidatura que estaba lejos de suscitar consensos. Integrantes del gabinete federal han recorrido el estado más de 100 veces en ocho meses, llevando buenas noticias. No hay entidad en el país que sume la mitad al menos de las visitas presidenciales que acumula el territorio mexiquense.
Con la contienda ya en el horizonte, el oficialismo impidió que PAN y PRD se aliaran. Incluso logró imponer a Juan Zepeda como aspirante perredista, pese a que es pública su mansedumbre y la de su corriente ante el poder estatal. Zepeda no será un adversario sino un peón para que su corriente, ADN, opere a favor del PRI en la zona oriente, asiento tradicional del perredismo.
Pese a todo ello, si los comicios fueran hoy, de acuerdo con encuestas publicadas y otras que se acumulan en despachos claves, Del Mazo Maza podría perder frente a Delfina Gómez, aspirante de Morena, el partido de Andrés Manuel López Obrador. Se trata de una maestra de escuela cuyo nombre era desconocido hace unos meses, salvo en el modesto municipio de Texcoco, donde fue alcaldesa. Ello le había valido para ser una desdibujada diputada federal, sin recursos retóricos ni credenciales académicas, pero con prestigio de mujer honesta.
Josefina Vázquez Mota, ex candidata presidencial y abanderada del PAN, se había colocado en una tercera posición, pero su causa parece debilitarse en las encuestas cada día ante señalamientos de corrupción personal o de su entorno familiar, sobre los que reacciona lento y mal. No ha podido siquiera tener claridad en la integración de su equipo. Pero en el contexto que revelan los estudios de intención del voto, sería un error descartarla del todo.
La liturgia política establece que en este campo no hay coincidencias, y que los acontecimientos de cada día encierran el potencial de cambiar la historia que se cuente al final. Por ello hay que calcular el impacto sobre el PRI del escándalo en torno al gobernador de Nayarit, Roberto Sandoval, luego de que su fiscal fue arrestado en Estados Unidos por narcotráfico.
No puede aceptarse como casualidad que dos mujeres clave en este proceso hayan sido colocadas en medio de sendos escándalos mediante filtraciones periodísticas orientadas a demolerlas. Una de ellas es la citada Vázquez Mota. La otra, Alejandra Barrales, la lideresa nacional del PRD, a quien se exhibió como propietaria de un lujoso condominio en Miami.
De acuerdo a fuentes consultadas, el impacto contra Barrales y Vázquez Mota refleja malestar del oficialismo por el creciente acercamiento entre PRD y PAN hacia 2018, tanto para la Presidencia del país como para la Jefatura de Gobierno capitalina.
En el eje de ello está Miguel Ángel Mancera con un notable declive en sus posibilidades personales de alcanzar Los Pinos y la alta posibilidad del riesgo de que Morena conquiste el próximo año la capital del país.