IMPULSO/ Pedro Mejía
Elecciones Estado de México
Los comicios electorales de 2017 son de gran relevancia para el panorama nacional, pues aunque son de carácter estatal, se juegan fichas clave que muy probablemente definirán el escenario en 2018.
Por el tamaño de su economía, pero sobre todo por el de su población, el Estado de México representa la joya de la corona en estas elecciones. Todas las fuerzas políticas quieren echar mano de este botín y aprovechar el bono que les brindaría en la elección presidencial del año entrante. A pesar de que una victoria en el Estado de México incrementa las posibilidades de un mejor desempeño el año entrante , no impacta de la misma manera a todos los partidos.
Para el PRI, que se decidió por postular a otro Del Mazo, ganar el Estado de México es una especie de cota inferior: lo mínimo que se espera de ellos en este momento tan complejo para la reputación y popularidad del partido. Una victoria del PRI representa una bocanada de aire necesaria para sobrevivir, pero que no garantiza un triunfo en la elección presidencial. En otras palabras, si el PRI no gana el Estado, se puede ir despidiendo de repetir sexenio en Los Pinos; pero si lo gana, no tiene nada asegurado en 2018.
Para Morena, que decidió postular a Delfina Gómez, una victoria en la contienda gubernamental representa un beneficio mayor del que obtendría el PRI: les daría su primera gobernadora. Ciertamente una victoria colocaría al partido en el plano nacional como un partido que puede ganar, le daría fuerza y debilitaría aún más al PRI, llevándose de por medio la esperanza del PAN. Ganar el Estado de México es para el partido de López Obrador una absoluta prioridad, pues sin el respaldo de si quiera un gobernador, perder la presidencia (de nuevo) parece ser inevitable.
Queda el PAN. Josefina Vázquez Mota, la ex candidata presidencial; de los tres, la que mayor visibilidad ostenta, la que hasta ahora ha sido el único blanco de ataques. Para el PAN, ganar la gubernatura del Estado de México no solo cataliza, sino que prácticamente asegura la presidencia en 2018. Primero, porque el PAN es un partido mucho más consolidado que Morena de cara la elección federal, pues cuenta con 10 gobernadores; ganar en el Estado de México le da un bono electoral inmenso, que complementado con el obtenido el año pasado en Veracruz, incrementa sustancialmente las probabilidades de una victoria azul en 2018.
Segundo, porque una victoria de Josefina sería una especie de revancha tanto para ella como para el partido: una reivindicación del electorado mexiquense, que, arrepentido, le da la espalda al presidente que logró encumbrar. Y tercero, porque ser el partido que saque al PRI del Estado de México, después de prácticamente 90 años ininterrumpidos en el poder, sería un enorme logro y una vistosa bandera a nivel nacional.
Es claro que para los tres partidos ganar en el Edomex se ha convertido en una prioridad. Unos lo necesitan por mera supervivencia, otros para demostrar que pueden ganar algo y los terceros para capitalizar los triunfos electorales del 2016 y establecer así una clara ventaja en la contienda por la presidencia.
Así que, este 4 de junio, los mexiquenses podríamos estar eligiendo mucho más que una gobernadora.