IMPULSO/ Jesús Reyes-Heroles G. G.
Cierra el año con una perspectiva electoral menos indefinida. Los principales partidos políticos tienen candidatos a la Presidencia bien perfilados; puede haber pocas sorpresas. Se cierra una etapa fundamental del proceso democrático de cambio de gobierno en 2018.
Esto no releva a nadie de preocupación ni lo exime de responsabilidad ciudadana. Toca ahora que los partidos y ciudadanos nominen candidatos para nueve gubernaturas, 64 senadores, 300 diputados federales de distrito, 585 diputados locales de mayoría, y mil 597 ayuntamientos a escala nacional. En total, al menos dos mil 547 cargos que, en los hechos, serán ocupados por personas y constituirán el gobierno de México a partir de fines del año próximo.
Identificar y nominar ese número de buenos candidatos (honestos, capaces, competentes, con buena reputación, y capaces de ganar la elección correspondiente) es un reto mayúsculo para el sistema político de México. La ciudadanía está esperando y exigiendo un cambio de fondo en las cualidades y capacidades del “gobierno”, lo cual sólo se logrará en la medida que la gran mayoría de aquellos postulados y ganadores cumplan con las características de un buen gobernante.
Una elección transformacional sólo puede resultar de un cambio masivo de la calidad de los candidatos. Eso convierte la próxima elección en una elección “por planilla”, en el sentido de que no bastará atinarle a algunas individualidades, sino integrar grupos de personas capaces de, juntos, plantear y lograr ese cambio profundo en el desempeño del gobierno.
En el Por México al Frente lo llama “cambio de régimen” que, por cierto, puede lograr cualquier partido que tenga la intención, la visión, y la capacidad para hacerlo, y que gane las elecciones. Las fórmulas o planillas que se planteen deben satisfacer esas cualidades para cada una de las entidades, distritos, y circunscripciones en contienda.
Lo que se ha visto hasta ahora dista mucho de indicar que los partidos están conscientes de que se trata de una elección por planillas. En esencia, siguen atrapados en la dinámica de las cuotas. Por ejemplo, Por México al Frente inicialmente acordó que los candidatos para 82 de los 300 distritos de mayoría serán nominados por el PRD. Otro ejemplo son las personas señaladas por Morena para acompañar a Claudia Sheinbaum en pos de las delegaciones de la CDMX.
Se caracterizan por su capacidad para movilizar contingentes y recursos, en el más puro populismo electoral. No son sus cualidades como líderes o sus capacidades administrativas lo que los incluyó en esa lista. De hecho, el historial del desempeño de aquellos que ya han sido delegados deja mucho que desear y raya en el escándalo. ¿Puede esto conciliarse con el principio de identificar a las mejores personas para gobernar México?
En el caso de Morena, la calidad de los candidatos tampoco parece haber sido el móvil para la coalición Juntos Haremos Historia (Morena-PT-PES), que abarca 292 de los 300 distritos electorales federales. También predomina la lógica de las cuotas: 142 para Morena, y 75 para PT y PES, respectivamente.
En lo que toca a senadores, Morena 50, PT 5, y PES 7. De nuevo, si el afán fuera encontrar a los mejores ciudadanos, el candidato para cada uno de los cargos en disputa debía ser el mejor que pudieran salir de entre esos tres partidos.
En el PRI, preocupa que hasta ahora se perpetúe la noción de que puede nominar y nombrar a quien quiera, en lo que quiera. Los antecedentes son personas sin las capacidades adecuadas, nombradas en puestos que, ante el desprestigio, han desembocado en enroques.
El daño autoinflingido por esa práctica durante la administración del presidente Peña Nieto ha sido enorme. En pocas semanas, en el PRI y el equipo de campaña, ya se acumulan varios casos.
No está claro todavía si la elección por planilla abarca puestos de alto nivel que no sean de elección popular. Por ejemplo ¿en qué medida el gabinete anunciado por López Obrador debe considerarse parte de la “planilla” de Morena para integrar el gobierno 2018-2021-2024?
No es posible evaluar aquí esas incipientes planillas, su efecto en el electorado, ni su consecuente impacto en las urnas. Toda planilla puede contribuir al triunfo de un candidato, igual que lo puede hundir.